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Ricardo Flores Magón, el apóstol de la Revolución Mexicana, de Diego Abad de Santillán CAPÍTULO PRIMERO En la penitenciaría de Leavenworth, Kansas. - La juventud de Ricardo Flores Magón. - Fundación de Regeneración. - Los liberales. - A la cárcel. - El Hijo del Ahuizote. - La tiranía porfirista. - El destierro. - La Junta Organizadora del Partido Liberal. Persecusiones. - Cananea, Sonora. - El programa del Partido Liberal. - En Canadá. - La traición. El gobernador Creel. En la penitenciaría de Leavenworth, Kansas. El 20 de noviembre de 1922, dos penados de la penitenciaría de Leavenworth, Kansas, se encuentran en las filas de los presos, se saludan como viejos amigos, cambian a hurtadillas un par de palabras para manifestarse recíprocamente que no hay ninguna novedad, y luego cada cual sigue el camino regular de todos los días, de todos los meses, de todos los años. De esos dos penados, de unos cuarenta y ocho años de edad, uno, semiciego, conserva todavía rastros de una naturaleza vigorosa de atleta; el otro es delgado y de estatura baja. En el semblante de ambos se refleja una historia de sufrimiento y de martirio; tal vez largos años de encierro han dejado en sus cuerpos huellas imborrables de dolor y de privaciones. Por su aspecto se advierte que no son de raza sajona; en uno, sobre todo, se adivina al criollo mexicano. Al ver a estos dos penados, se siente instintivamente que no son hombres vulgares, que no pertenecen al tipo común de los presidiarios; sus rasgos son regulares, sus ojos reflejan inteligencia y bondad. ¿Por qué están en Leavenworth? ¿Quiénes son? ¿Cuál es su delito? Estas preguntas se hace todo nuevo habitante de la penitenciaría al verlos. Nosotros sentimos también curiosidad por conocer la historia del atleta semiciego y de su amigo. El 21 de noviembre, uno de esos penados fue hallado muerto en la celda; su estado de salud era delicado, pero no como para temer la tarde del 20 un desenlace tan rápido y trágico unas doce horas después del encuentro en filas. El superviviente vio a su amigo el 21 de noviembre por la mañana sobre una plancha del hospital, con la cara negra hasta el cuello y la frente tendida hacia atrás, como si el muerto hubiese luchado poderosamente antes de despedirse de la vida. El fallecimiento había tenido lugar como a las cinco de la madrugada. El director del establecimiento penal, Biddle, y el médico, Yohe, mostraban un aspecto alegre y satisfecho. El médico dijo que la causa de la muerte era una afección cardiaca. El superviviente quiso enviar a los amigos y deudos del camarada que había dejado de existir, noticias telegráficas; la infausta nueva debía estar redactada más o menos así: Murió repentinamente a las cinco de la mañana, de enfermedad cardiaca según el médico de la penitenciaria, doctor Yohe. Este texto fue rechazado por el alcaide Biddle, pues podía dar pábulo a ciertas conjeturas. El superviviente describe así unos días más tarde sus impresiones: Un día funesto, lleno de profundas amarguras y de tenebrosas tristezas, envolvía mi corazón. Una lucha de encontradas ideas arrastraba mi fantasía por el abismo insondable de la desesperación. Por la noche acudían a mi mente, como en tropel, imágenes representando actitudes distintas, pensativas o amenazadoras, con los puños apretados, como impulsadas todas por un solo pensamiento de venganza en contra de tanta maldad humana. Se había hecho desaparecer a un gran pensador, a un filósofo pletórico de bellas y luminosas ideas sobre el establecimiento de una sociedad de verdaderos humanos. Se había cometido un crimen de lesa humanidad en la persona de un hombre bueno, generoso y altruista, cuyos ideales de justicia sintetizan las sublimes aspiraciones de todos los pueblos esclavos de la Tierra. Se había quitado la existencia a un hombre honrado ... ¿Una muerte repentina o un asesinato? ¡Quién sabe! El superviviente abriga la convicción de que su amigo fue muerto violentamente por las autoridades de la prisión. En las líneas transcritas se habla del muerto como de un filósofo, de un pensador, de un hombre bueno, y altruista y honrado. ¡En nuestros tiempos no es ya una novedad que los hombres de méritos superiores mueran en la cárcel y los malvados ocupen los puestos del privilegio y del mando en la sociedad! La tragedia de la madrugada del 21 de noviembre de 1922 en Leavenworth tuvo un eco de indignación en todos los rincones de la Tierra; la prensa de los trabajadores acusó espontáneamente al gobierno de los Estados Unidos de haber quitado la vida a ese penado semiciego, y una nueva mancha sangrienta quedó estampada en la historia del país de los bravos y los libres. El nombre del muerto en la penitenciaría de Leavenworth es Ricardo Flores Magón; el del superviviente, Librado Rivera. Hablemos del muerto, de su vida, de su delito. ¿Quién es Ricardo Flores Magón? La juventud de Ricardo Flores Magón. Ricardo Flores Magón nació en San Antonio Eloxochitlán, distrito de Teotitlán del Camino, Estado de Oaxaca, México, el 16 de septiembre de 1873. Su padre, Teodoro Flores, era de raza indígena pura; su madre, Margarita Magón, era mestiza; uno de sus abuelos procedía de Cartagena, España. La familia no disponía de bienes económicos, pero, sin embargo Ricardo comenzó en México sus estudios en la escuela nacional primaria número uno; luego paso a la Escuela Nacional Preparatoria, y en 1893, a los veinte años de edad, ingresó en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, donde cursó tres años. Su padre murió en 1893. En 1892 vio por primera vez, en calidad de preso, uno de los aspectos trágicos de la dictadura de Porfirio Díaz: la cárcel. Los estudiantes de México habían hecho una manifestación para protestar contra la segunda reelección de Díaz y de resultas de esa manifestación, síntoma del descontento insoportable para el tirano y la camarilla de científicos que le rodeaba, hubo numerosos arrestos de estudiantes; el pueblo impidió por su protesta inmediata que las gentes de Porfirio Díaz cebasen su odio en los jóvenes, y éstos recobraron pronto la libertad. Este primer arresto decidió al joven Ricardo a abandonar sus estudios, un poco más adelante, y a consagrarse a la lucha contra la tiranía. En febrero de 1893 entró a formar parte de un periódico opositor: El Demócrata, suprimido antes de haber cumplido el tercer mes de vida; una parte de los redactores fue arrestada. Ricardo supo burlar esta vez las pesquisas. Porfirio Díaz no quiso creer que fuese posible en México una oposición contra su gobierno y sembró el terror contra los opositores y los rebeldes; como en todas las épocas de despotismo, los agentes policiales envenenaban la vida social y sembraban la desconfianza en los hombres. Las Bastillas de San Juan de Ulúa y de Belén fueron los símbolos vivientes de la dominación porfirista; tras sus muros fue sofocada la voz poco grata a los oídos del dictador, y más de un asesinato cobarde mató en germen veleidades de independencia y de dignidad. Fundación de Regeneración. Pero Ricardo Flores Magón no se arredró y continuó actuando en el centro de la lucha antiporflrista; desde muy temprano reveló las cualidades de energía y de claridad de pensamiento que lo distinguieron. El 7 de agosto de 1900 apareció en México el primer nGmero de Regeneración, redactado por Ricardo Flores Magón y su hermano mayor, Jesús. El lenguaje de ese periódico, que había de ejercer tanta influencia en los destinos del pueblo mexicano, llevó el espanto al ánimo de Díaz y de los científicos; se vio pronto que tras esa atrevida publicación había una voluntad indomable; sin esfuerzo alguno los antiporflristas de la ciudad de México fueron agrupándose en torno a Ricardo Flores Magón, en el que vieron el cerebro más consciente y la voluntad más decidida contra la tiranía del general Díaz. Los liberales. Todos los descontentos del despotismo porfirista y de sus secuaces se calificaban indistintamente de liberales; bajo esa denominación existían en México diversas tendencias, convicciones más o menos intensas, corrientes de ideas contradictorias, pero unidas pasajeramente por la oposición a Díaz, el interés predominante del momento. En su mayor parte los liberales ostentan tendencias librepensadoras y combatían con preferencia al clero, tal vez a causa de los peligros de la lucha directa contra el zar de México. Según la Constitución mexicana, la iglesia estaba separada del Estado, pero en la realidad estaba perfectamente unida a él contra quince millones de habitantes de México. Las leyes prohibían las comunidades religiosas y la intervención eclesiástica en los asuntos públicos, la propiedad de bienes raíces por parte del clero; sin embargo todo eso quedaba fuera de vigor, y el obispo de San Luis Potosí, Ignacio Montes de Oca y Obregón, pudo declarar en Europa que, a pesar de las leyes, las órdenes religiosas prosperaban admirablemente en México. En efecto, Díaz, la mayoría de los gobernadores de los Estados y los altos funcionarios de la administración, todos hacían alarde de catolicismo y todos estaban íntimamente ligados a la iglesia. En agosto de 1900, un grupo de liberales de San Luis Potosí publicó un manifiesto exhortando a la unión de todos los anticlericales de la República para poner un límite a la dominación del clero y para hacer que fuesen cumplidas las leyes mexicanas; los iniciadores se constituyeron en Club liberal Ponciano Arriaga; en menos de medio año se formaron más de cien clubes en todo el país, una prueba de que la iniciativa de los liberales de San Luis Potosí respondía a una necesidad y a un sentimiento reales. El 5 de febrero de 1901 se celebró en San Luis Potosí un congreso de los clubes liberales, con asistencia de delegados de todos los rincones de la nación. Las sesiones duraron ocho días, y el que dio un verdadero contingente revolucionario al congreso fue Ricardo Flores Magón que frente a la mayoría de los delegados, en lugar de reducirse a formular ataques a la iglesia y al clero, denunció directamente al tirano Porfirio Díaz, y habló de la miseria del pueblo laborioso de México. El discurso violento de Ricardo infundió en algunos de los delegados, como por ejemplo en Librado Rivera, un gran entusiasmo, y en otros un prudente temor a ir demasiado lejos y a comprometerse tan abiertamente. El congreso adoptó resoluciones encaminadas a despertar a las masas para que interviniesen más activamente en la vida política del país, impidiendo por medios prácticos que el déspota nombrase directamente los funcionarios administrativos, misión que correspondía legalmente al pueblo. Pero la existencia de esos clubes entrañaba un peligro para la tranqu1lidad del general Díaz y consortes, y tuvieron corta vida. A la cárcel. Regeneración seguía vibrando en México y poniendo al desnudo los vicios del régimen porfirista. El mes de mayo de 1901, Ricardo y Jesús Flores Magón fueron arrestados a fin de imposibilitar la vida de ese periódico; de parte de los científicos alguien Se dirigió a la madre de los hermanos rebeldes para que los comprometiese a callar; Margarita Magón respondió: que preferiría ver a sus hijos muertos antes de ser causante de su claudicación. El periódico continuó apareciendo, no obstante la prisión de sus redactores en Belén. Díaz hizo decir a los hermanos Flores Magón que, si volvía a aparecer un solo número de Regeneración, serían asesinados en la cárcel. El 14 de junio murió la madre de los rebeldes y no se les permitió asistirla en sus últimos momentos. Los Flores Magón pasaron cerca de un año, hasta abril de 1902, en Belén. Así terminó la primera época del famoso periódico, uno de los más perseguidos de América. A partir de este encierro, Jesús Flores Magón comenzó a flaquear en sus romanticismos revolucionarios y se retiró de la lucha; pero su puesto fue ocupado más tarde por Enrique, otro hermano de Ricardo Flores Magón. 5egún parece, Ricardo leyó por esos tiempos, obras de Kropotkin, de Malatesta, de Gorki, y esas lecturas contribuyeron a esclarecer muchos puntos vacilantes y a robustecerlo en su fe. Hay diversos testimonios de una temprana adhesión a las ideas libertarias; pero la lucha contra el porfirismo dejó en las sombras, por algunos años, la tendencia anárquica que germinaba en su corazón. Lo que pasó con Regeneración y sus redactores en la ciudad de México, sucedió también en los clubes liberales del resto del país. He aquí como fue disuelto el Club Ponciano Arrlaga de San Luis Potosí: El 24 de enero de 1902 celebraba el club una sesión pública, numerosamente concurrida. En medio del público se habían introducido soldados y gendarmes armados con pistolas, disfrazados de civiles. Un diputado, el licenciado Heriberto Barrón, había sido comisionado por el gobierno para buscar el medio de deshacerse de los liberales de San Luis. En un momento determinado de la sesión, Heriberto Barrón se levantó para protestar contra la labor del club; los soldados y gendarmes disfrazados hicieron lo mismo y promovieron un gran alboroto que deshizo la reunión; se disparó un tiro, del cual se acusa a Barrón, y una nube de policías cayó sobre los liberales, arrestando a veinticinco personas, entre ellas a Camilo Arriaga, presidente del club; a Juan Sarabia, secretario; a Librado Rivera, prosecretario; a Rosalío Bustamante, a José Martínez Vargas, a José Mlllán, etc. Los presos pasaron casi un año en la cárcel. El club de Lampazos, Estado de Nuevo León, fue disuelto de un modo parecido. Con un pretexto nimio se arrestó a un gran número de sus miembros, entre otros al ingeniero Francisco Naranjo, hijo; Vidal Garza Pérez, César E. Canales, Luis G. Ávila, Juan Weiman, Carlos Zertuche, Vidal Garza Zubia y otros. Al ser transportados los presos a la capital del Estado de Nuevo León, el pueblo prorrumpió en gritos y protestas a favor de los liberales; los esbirros hicieron fuego sobre el pueblo. Libertados después de varios meses, no por eso cesaron las persecuciones. Luis M. Benavides, secretario del club, a cuyo cargo estaba el sostenimiento de sus ancianos padres, razón por la cual estaba eximido del servicio militar, fue incorporado al ejército. César E. Canales, vocal, fue agredido a balazos por oficiales del tirano. La misma suerte sufrieron los clubes liberales de Ciudad Valles, San Nicolás Tolentino, Pachuca, Cuicatlán, Pichucalco y otros muchos. Uno de los más destacados miembros del club de Cuicatlán murió en la cárcel a consecuencia de los malos tratos recibidos. Esa brutalidad no hizo más que cambiar la táctica de los opositores. En vista de que no eran reconocidas las garantías constitucionales de reunión y de asociación públicas, los clubes en donde había individuos enérgicos continuaron en pie clandestinamente. El Hijo del Ahuizote. En México se había comenzado a publicar un periódico antirreeleccionista de caricaturas: El Hijo del Ahuizote, a iniciativa de Daniel Cabrera; en él colaboró Ricardo Flores Magón desde el principio; en julio de 1902, Ricardo arrendó la imprenta de la publicación y tomó a su cargo el periódico, cooperando sus dos hermanos, Jesús y Enrique. En septiembre del mismo año, Ricardo y dos compañeros de trabajo, Evaristo Guillén y Federico Pérez Fernández, fueron a dar con sus huesos a la cárcel. Al salir en enero de 1903 en libertad, continuaron la labor antiporfirista. Además de El Hijo del Ahuizote se fundó otro valeroso órgano opositor: Excelsior, dirigido por el inteligente joven Santiago de la Hoz, que murió trágicamente ahogado en el río Bravo al tomar un baño juntamente con sus compañeros, pocos días después de haber cruzado la frontera a Estados Unidos. Ricardo Flores Magón era el alma de esa propaganda. Alfonso Cravioto, uno de los antiporfiristas de entonces, hoy senador nacional, dice de él en una reciente entrevista publicada en El Demófilo del 2 de septiembre de 1924: Fue uno de los líderes de mayor fuerza que ha producido México, tal vez no era el más inteligente, pero su voluntad tenia algo de extrahumano; era el tipo de un apóstol. Sus tendencias y sus procedimientos eran absolutamente incorruptibles, lo cual le daba una fuerza moral incontrastable... Ricardo era sobrio, no tenia más vicio que el de fumar. De un espíritu abierto y fraternal. Siempre que alguno de sus compañeros necesitaba dinero, la bolsa de Ricardo estaba abierta para el amigo necesitado... A nosotros nos tenía deslumbrados por su carácter de hierro. Desde ese tiempo ya brotaban en su cerebro las ideas socialistas, aunque su acción se concretaba al antiporfirismo. Los presos de San Luis Potosí, al salir en libertad, para probar lo poco arrepentidos que estaban, instalaron el Club Ponciano Arriaga en la ciudad de México el 5 de febrero de 1903, lanzando un Manifiesto a la Nación en donde se sostenía que la sociedad continuaría la obra interrumpida por los atentados contra los clubes liberales en 1902. Además del Club Ponciano Arriaga existía en la capital otro de nombre Redención, presidido por Santiago de la Hoz: era el club Redención que publicaba Excelsior. El tirano Díaz estaba dispuesto a impedir que se elevaran en su feudo voces condenatorias del despotismo. Una noche de abril de 1903, por una causa baladí penetró la policía en el local de El Hijo del Ahuizote y arrestó a todas las personas que se encontraban allí, incluso los obreros de la imprenta; más de ochenta presos por cuestiones políticas fueron recluidos por entonces en Belén; entre ellos figuraban Ricardo y Enrique Flores Magón, Juan Sarabia, Librado Rivera, Alfonso Cravioto, Humberto Macías Valadez, Manuel Sarabia, Luis Jasso, Santiago R. de la Vega, etc., etc. Como no obstante estas prisiones Excélsior y El Hijo del Ahuizote continuaban viendo la luz, los tribunales pronunciaron un fallo el 9 de junio de 1903, por el que se prohibió la circulación de cualquier periódico escrito por Flores Magón. La Suprema Corte de Justicia de la Nación confirmó el fallo. El senador Cravioto describe en la entrevista citada la estancia en la cárcel de Belén; primeramente se puso a los presos incomunicados en bartolinas secas, de piso de ladrillo; como los periódicos rebeldes aparecían a pesar de todo, fueron trasladados a las bartolinas subterráneas absolutamente obscuras, con piso blando, de tierra húmeda; pasaron en esa situación intolerable un mes y medio; luego fueron puestos en el departamento de distinción. Ricardo ha conservado toda su vida la impresión de este encierro. Cuando en 1921-1922 estaba próximo a la ceguera en la penitenciaría de Leavenworth, Kansas, se recuerda de Belén en una carta que publicó The New Republic, el 5 de julio de 1922. Dice así: Alguna vez cuando aún era joven, fui internado durante varias semanas en un calabozo obscuro, tan obscuro que me impedía verme las manos. Esto aconteció en la ciudad de México, durante aquel horripilante periodo en que Díaz imperaba con mano sangrienta. El calabozo carecía de pavimentos y constituía una capa de fango; de tres o cuatro pulgadas de espesor, mientras que las paredes rezumaban un fluido espeso que impedía secar las expectoraciones que negligentemente habían arrojado sobre ellas los incontables y descuidados ocupantes anteriores. Del techo pendían enormes telarañas, desde las que acechaban negras Y horribles arañas. En un rincón estaba el albañal, que era un agujero abierto por donde entraba el aire. Ese era uno de los calabozos en los cuales el déspota acostumbraba a arrojar a sus opositores, con la esperanza de quebrantar sus espíritus ... En mi horrible morada pude soportar el viscoso contacto de las paredes -a cuyo recuerdo me estremezco ahora-; mis pulmones, entonces jÓvenes y sanos, pudieron resistir el veneno de aquella tumba; mis nervios, aunqUe sensibles, pudieron ser amaestrados por mi voluntad para responder con sólo un leve estremecimiento a los asaltos y mordiscos de las ratas en la obscuridad ... Mi petate estaba húmedo, así como mi indumentaria; de vez en cuando un golpe en el petate o en el fango, o de mañana en mi cuerpo, me indicaba que una araña había caído y ... un estremecimiento recorría mi sistema ... |