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Constitución española de 1931. Art. 1º. España es una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y Justicia. Los poderes de todos sus órganos emanan del pueblo. La República constituye un Estado integral, compatible con la autonomía de los Municipios y las Regiones. La bandera de la República española es roja, amarilla y morada Art. 2º. Todos los españoles son iguales ante la ley. Art. 3º. El Estado español no tiene religión oficial. Art. 8º. El Estado español, dentro de los límites irreductibles de su territorio actual, estará integrado por Municipios mancomunados en provincias y por las regiones que se constituyan en régimen de autonomía [ ... ] Art. 26. Todas las confesiones religiosas serán consideradas como Asociaciones sometidas a una ley especial [ ... ]. Una ley especial regulará la total extinción, en un plazo máximo de dos años, del presupuesto del Clero [ ... ]. Art. 36. Los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de 23 años, tendrán los mismos derechos electorales conforme determinen las leyes. [ ... ]. 1.- El texto recoge una selección de artículos de la Constitución de 1931, donde se recoge la organización del Estado como República de trabajadores, con soberanía popular, reconocimiento de la autonomía de las regiones, la igualdad ante la ley, el Estado laico y separación de Iglesia y Estado y, por último, el sufragio universal masculino y femenino. 2.- La Constitución de 1931 es considerada la más progresista y avanzada de las constituciones españolas. Ya el artículo 1º recoge una terminología característica, probablemente por influencia socialista: es una República de trabajadores y los poderes emanan del pueblo. También revolucionarios fueron los cambios de los símbolos tradicionales (bandera rojigualda por bandera tricolor y también la Marcha Real por el Himno de Riego). Un apartado interesante es el de las relaciones Iglesia-Estado: se reconoce la aconfesionalidad del Estado y en artículos posteriores se recoge la separación de la Iglesia y el Estado: extinción del culto y clero, o tratamiento de las órdenes religiosas como asociaciones especiales. También se prohibió la enseñanza de la religión en las escuelas y se prohibieron determinadas órdenes religiosas (jesuitas). Esto provocará la total oposición de la Iglesia a la República desde el principio (Cardenal Segura) y el anticlericalismo republicano a veces violento (quema de conventos en Madrid en 1931). En el texto también aparece la posibilidad de crear regiones autónomas, como sucederá con Cataluña (1932), País Vasco y Galicia, aunque estas últimas no llegaron a aprobar su Estatuto hasta la época de la guerra civil. Por último, destaca también el sufragio universal, incluido el voto de las mujeres, que llegaron a ejercer su derecho por primera vez en las elecciones de noviembre de 1933. 3.- La Segunda República: la Constitución de 1931 y el bienio reformista. La Segunda República es uno de los momentos clave de la historia contemporánea española. El proyecto de democratización y modernización que se muestra en la Constitución del 31 se extendió a las reformas que se elaboraron sobre todo en el bienio 1931-33. La Constitución de 1931 y el bienio reformista Después de la proclamación de la República el 14 de abril de 1931, se formó un Gobierno Provisional presidido por Niceto Alcalá Zamora y formado por republicanos de izquierda y derecha, socialistas y nacionalistas. El gobierno debía dirigir el país hasta que unas nuevas Cortes Constituyentes dieran forma al nuevo régimen. El nuevo gobierno tuvo que responder desde un principio al ansia general de reformas. Adoptó las primeras medidas para la reforma agraria, inició reformas laborales, emprendió la reforma militar, aprobó legislación educativa y puso en marcha el Estatuto provisional de autonomía de Cataluña. El ambiente social, sin embargo, se encrespó inmediatamente. A la vez que la CNT anarquista promovía una amplia campaña de huelgas, los enfrentamientos entre la Iglesia y el nuevo gobierno fueron inmediatos. El sector más conservador de la Iglesia, encabezado por el Cardenal Segura, puso todo tipo de trabas al nuevo ejecutivo. El viejo anticlericalismo afloró de nuevo y en mayo de 1931 diversas iglesias y conventos fueron asaltados y quemados. La opinión pública católica se alejó desde un primer momento del nuevo régimen republicano. Finalmente, en junio de 1931, tuvieron lugar las elecciones a Cortes Constituyentes en un ambiente de relativa tranquilidad. Las urnas dieron una clara mayoría de la coalición republicano-socialista. La nueva Constitución, aprobada en diciembre de 1931, reflejó las ideas de esta mayoría. Como ya se ha visto, fue la más avanzada y progresista de España y de la Europa del momento. Además de lo ya analizado, la Constitución recogía una extensa declaración de derechos y libertades (divorcio, equiparación hijos legítimos e ilegítimos, derecho a la educación, derechos laborales,…). En cuanto a los poderes del Estado, se organiza un fuerte poder legislativo en manos de Cortes unicamerales. El poder ejecutivo se centraba en el jefe de gobierno, puesto que el presidente de la República tuvo escasos poderes. El Bienio Reformista (1931-1933) Tras aprobarse la Constitución, se inició un nuevo período con un gobierno presidido por Manuel Azaña y formado por republicanos de izquierda y socialistas. El gobierno republicano-socialista emprendió un amplio programa de reformas en un contexto económico desfavorable, marcado por el ascenso del paro. Estas fueron sus principales medidas:
Las tensiones sociales y políticas La crisis económica, la línea radical propiciada por la CNT y la negativa de la patronal a las reformas llevaron a un marco de fuertes tensiones sociales. Los enfrentamientos entre huelguistas y la Guardia Civil fueron frecuentes y a menudo violentos (Castilblanco, Arnedo, Baix Llobregat). El debate en Cortes del Estatuto de Cataluña y la Ley de Reforma Agraria provocaron un oposición cerrada en las fuerzas de derecha. De nuevo, las fuerzas conservadoras recurrieron al tradicional método de la insurrección militar. El general Sanjurjo intentó un golpe de estado militar en Sevilla agosto de 1932. La "Sanjurjada", mal preparada y con desigual apoyo en el ejército, fracasó. La reacción de las fuerzas que apoyaban al gobierno fue inmediata. Las Cortes aprobaron la Ley de Reforma Agraria y del Estatuto de Autonomía de Cataluña. En este territorio, la Esquerra Republicana de Catalunya, dirigida por Francesc Maciá, triunfó en las primeras elecciones autonómicas. Pese al fracaso de Sanjurjo, el gobierno republicano-socialista daba muestras de claro desgaste. En ese contexto, se produjeron los graves incidentes de Casas Viejas, en los que la Guardia de Asalto sitió y mató a un grupo de campesinos anarquistas. El escándalo consiguiente llevó al gobierno a la decisión de convocar nuevas elecciones en noviembre de 1933. Para estas elecciones, la derecha se había reorganizado y unido en torno a una confederación de partidos (CEDA), mientras que la izquierda se presentó fragmentada en múltiples grupos. Además, los anarquistas llamaron a la abstención. Todo ello provocó la victoria de los grupos conservadores: Partido Republicano Radical y la CEDA. |