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lo propio en relación a unas vacaciones (futuras) juntos en el sur, recordando que la reunión finalizó cuando este último y Carlos decidieron ir a ver futbol, llevándoselo a su marido, al tiempo que María Marta la convenció a ella de ir a jugar al tenis, lo que así hicieron esa tarde.- No deja de causarme asombro lo divulgado por la testigo en el debate, ello en función de que nada dijo en su juramentada escrita de fs. 350 y siguientes -traída al juicio en los términos del art. 366 inc. 4º del Ceremonial- respecto de la presencia del imputado Bártoli en su domicilio el 27 de octubre de 2002.- Recuérdese que en aquélla ocasión (18 de diciembre de 2002) Viviana Decker manifestó que ese día “almorzó junto a la Sra. García Belsunce, el marido de la misma, Sr. Carrascosa, el esposo de la declarante y sus tres hijos” (sic), hasta que concluido el encuentro –en el que hablaron de las vacaciones de verano- María Marta se fue a cambiar a su casa, encontrándose nuevamente con la declarante a las 16:00 horas para jugar un partido de tenis.- Marcada que le fuera en el debate la llamativa omisión (por qué no dijo lo que ahora asegura ocurrió) la testigo ensayó una vaga justificación subrayando primero que no lo mencionó “porque no me pareció importante”, para luego agregar –pregunta de la Defensa mediante- que no lo hizo porque quien le recibiera declaración no la interrogó por el señor Bártoli (no deja de sorprenderme que la testigo recuerde lo que no le preguntó el Fiscal nueve años atrás).- Antes de continuar, señalo aquí que a la hora de contraponer los dichos de estos dos últimos testigos con los de Castagna y Campos, y recordando previamente que en el sistema de sana crítica racional el juzgador posee amplia libertad para otorgar mayor dimensión demostrativa a una declaración por sobre otras, como así también que los testimonios no se suman ni se restan, sino se pesan, me inclino por darles mayor valor probatorio a quienes declararan desprovistos de cualquier interés en la resolución final de la causa (Castagna y Campos) por sobre aquellos (Decker y Binello) que lo hicieran contaminados de esa parcialidad propia que tienen quienes lo hacen teniendo a su lado, sentado en el banquillo de los acusados, a un familiar directo cuya suerte depende, en alguna medida, de lo que ellos digan o dejen de decir en la oralidad del debate.- Tenemos aquí a cuatro testigos, dos de ellos vinculados a personas imputadas en este juicio y a Carlos Carrascosa. Estos testigos son los que justamente dicen que estuvieron con Bártoli a partir de las primeras horas de la tarde y que a partir de allí el mismo permaneció junto a Carrascosa y Binello en una versión que claramente los beneficia.- Los otros dos testigos son ajenos a la familia, no tienen interés personal, y en todo caso su vinculación sería de tipo económica con la familia Binello, que son quienes dicen que no lo vieron a Bártoli y que siempre sostuvieron la misma versión de manera cohesionada desde un comienzo, a diferencia del testimonio de Decker y Santiago Binello, quienes demostraron imprecisiones al momento de definir cuestiones que le fueran preguntadas en juicio, y que incluso, en el caso de la primera, “corrigió” su primigenio relato incorporando a la reunión al imputado Bártoli.- ¿Pero qué importancia tiene para el desarrollo de este trabajo que Bártoli haya dicho que estuvo en un determinado lugar el día 27 de octubre de 2002 en horas del mediodía o primeras de la tarde cuando la realidad nos indica otra cosa? Porque allí empiezan sus mentiras, las que en adelante y tal como iremos viendo, marcarán una tendencia y serán una constante en su hoja de ruta.- También ha quedado al desnudo el engaño en el que incurriera Bártoli al asegurar que finalizado el almuerzo en la casa de Sergio y Bibiana Binello, a las 15:30 horas, se reunieron en su domicilio junto a Carlos Carrascosa, Sergio Binello, Diego Piazza y la novia de éste, a ver el partido de River-Boca, ya que el declarante tenía el codificado, llegando al lugar minutos antes de que terminara el primer tiempo María Marta -García Belsunce- y Bibiana -Binello-, y que incluso permaneció después del mismo observando el encuentro entre Independiente y Rosario Central, hasta el primer gol de los equipos mencionados.- Y digo ello por cuanto los testimonios de Alba Máxima Benítez y de Gerardo Oberndorfer nos indican otra cosa.- En efecto, la primera apuntó que el día 27 de octubre de 2002, se encontraba trabajando en el Club House del Carmel, del cual tenía la concesión desde junio de ese mismo año, y que por tal razón conocía al matrimonio Carrascosa, ya que los mismos “venían todos los fines de semana” (sic). Mencionó además, que ese día, después del partido River-Boca, “el señor vino, se tomó un café y yo lo invité a tomar un lemoncello” (sic). Ahondando en sus dichos, y a preguntas de las partes, especificó que Carrascosa llegó al house “entre las seis y las siete” (sic), permaneciendo en el lugar, luego de dialogar con ella, por espacio de entre 5 y 10 minutos, aclarando que por entonces y además de ellos dos, solamente se encontraba presente en el lugar el mozo del restaurante, Gerardo Oberndorfer, y nadie más. En torno a dicho encuentro, añadió que “Carrascosa decía que había estado en el house el sábado, y yo el domingo” (sic), y que por tal motivo en el juicio anterior se hizo un careo entre ambos, manteniéndose la declarante en sus dichos tanto en aquella oportunidad como en el presente, añadiendo en defensa de lo por ella afirmado, que a la fecha del hecho había un chiquito en su restaurante que hacía el delibery, de nombre Javier, que presenció ese momento, además del mozo, que era fanático de boca y escuchó el partido por radio, y que cuando vio a Carrascosa, no sabía si cargarlo o no por el resultado del partido. Por último, y en punto a cómo tomó conocimiento de la muerte de María Marta García Belsunce, narró que esa noche fue un cliente a cenar al house, el Dr. Zancolli, el cual le comentó que la nombrada había sufrido un accidente falleciendo a consecuencia del mismo, concurriendo la declarante al día siguiente a su velatorio, observando a María Marta en la cama, sin notar al respecto nada extraño que sea digno de mencionar.- Similar relato de los hechos vivenciados produjo Gerardo Oberndorfer, quien por su parte dijo que el día del hecho se encontraba en el Club House del Carmel donde trabajaba para la señora Alba Benítez como mozo, recordando en concreto que fue un día de lluvia en el que hubo muy poca gente en todos los horarios, “algo al mediodía, dos o tres mesitas que tuve, por la tarde, en la hora de la merienda, el único que vino fue Carrascosa, y a la hora de la cena un solo cliente que fue Zancolli” (sic). Remontándose al encuentro con el señor Carrascosa, expresó que en ese momento el declarante estaba escuchando el partido de Boca-River, por una radio que estaba en la cocina, viéndolo llegar una vez finalizado el mismo, en los momentos inmediatos, o bien cuando faltaba muy poco para hacerlo, bajando de su camioneta y dirigirse por un camino que hay desde la playa de estacionamiento hasta el sector del house, y que como estaba contento por el resultado pensó en hacerle una chanza a Carrascosa, ya que suponía que era de River, pero como no tenía suficiente confianza finalmente no se animó. Retomando el hilo conductor de su relato, indicó que lo recibió “en una ante salita que hay entre sector comedor y la barra” (sic), y que luego de saludarlo, Carrascosa le pidió un café y un cigarrillo, siendo que en el lugar “tomó un café, un lemoncello, fumó el cigarrillo y se fue” (sic), “habrá estado entre cinco y diez minutos” (sic), recordándolo con precisión ya que, según aseguró y tal como ya lo adelantara, “después no vino más nadie en la tarde” (sic), despejando el testigo cualquier suspicacia posible al aclarar que si bien Carrascosa negó siempre este encuentro y que tal situación dio lugar a un careo con el declarante, “yo me pronuncié con la verdad, no tengo ni tuve nunca alguna animosidad contra él” (sic).- Va de suyo pues, que mal podría Guillermo Bártoli haberse encontrado en su domicilio junto a Carlos Carrascosa viendo el partido de fútbol entre los equipos de Independiente y Rosario Central (que al decir del oficio de fs. 194/200 -remitido por la Asociación de Futbol Argentino- comenzó a las 18:15 horas del día 27 de octubre de 2002), cuando tan sólo momentos después de finalizado el juego que ese día le precedía en el tiempo y que disputaran las escuadras de Boca y River (según mismo oficio, a las 18:07 horas) Carrascosa fue visto en el Club House de Carmel por dos personas que, valga la mención por cierto, ningún interés tenían en perjudicarlo.- Quiso la defensa, aunque sin éxito a mi juicio, buscar alguna suerte de desajuste entre los testimonios de Oberndorfer y Benítez, haciendo hincapié en que el primero refirió no recordar si la última estaba o no presente al momento en que Carrascosa se hiciera presente en el house del Carmel, poniendo en consecuencia en duda la real ocurrencia de este episodio. Sin embargo, tal razonamiento pierde sentido si tomamos en cuenta la totalidad de los dichos del testigo, quien fue muy claro a la hora de manifestar que no obstante lo anteriormente apuntado, sí recordaba que el 27 de octubre de 2002 la Sra. Benítez concurrió a trabajar al Carmel, y que en general, “era frecuente” (sic) que la misma estuviera siempre “a la tarde y a la noche” (sic), aunque no por la mañana. Por lo tanto, el hecho de que no recordara puntualmente si Benítez estuvo presente en el house el día del hecho por la tarde-, deja abierta –y con real fundamento por cierto- la posibilidad de que sí estuviera, ya que mal que le pese a la defensa no la saca de escena.- Por lo demás, los dichos de Zancolli refiriendo haber estado la noche del fallecimiento en el Club House y comentado a Alba Benítez de esa situación corroboran por un lado la presencia de la nombrada ese día en su negocio atendiendo al público (que había sido puesto en duda por la defensa) y alejan por otro la posibilidad de que teniendo conocimiento de este suceso haya podido la testigo equivocarse acerca de la presencia de Carrascosa ese mismo día a la tarde.- Catalina Vargas, quien se desempeñaba laboralmente en la casa de Guillermo Bártoli, también desmintió al imputado al asegurar que el día del hecho promediando las 18:00 horas, se dirigió al living de la casa -donde según dijera Bártoli observó junto a Carrascosa el partido de Independiente y Rosario Central- "a levantar los pocillos" (sic) y "sacudir los almohadones" (sic), no hallando por ese entonces a ninguno de los presentes en el lugar.- Esta situación -ausencia de Bártoli en su domicilio- no se ve comprometida siquiera a partir de lo asegurado por la testigo durante la audiencia de juicio en punto a que en un horario que no pudo determinar, pero posterior a las 18:00 horas alguien llamó por teléfono a la casa atendiendo el llamado la señora Irene Hurtig a quien primero y a los gritos escuchó pidiendo una ambulancia, para después sentir que alguien de la casa salía de la misma "disparando" (sic).- Sin perjuicio de que despierta mi atención el hecho de que la testigo introdujera en esta última presentación una circunstancia cuya ocurrencia recién mencionara cinco años después del hecho ante la UFI. nº 2 de Pilar, luego de haberla ignorado en sus cuatro presentaciones anteriores en este proceso (al decir del propio Dr. Novak, tres declaraciones y un careo) y que siempre es más sencillo olvidar lo que en su momento se dijo que recordar cinco años después (tomando en consideración la rendida por ante el Dr. Gonzalo Aquino) lo que en su oportunidad no se expresó, habida cuenta que el sentido común, las máximas de la experiencia y hasta el conocimiento científico, nos indican que la memoria se pierde con el transcurrir del tiempo y no a la inversa, lo cierto es que lo único que probarían los dichos de Vargas (más allá de que no sabe quien llamó; a qué hora fue la comunicación; quiénes salieron "disparando"; y en definitiva, qué es lo que se habló en la misma) es que la voz que responde el llamado –vuelvo a decirlo, de haber existido el mismo- es la de una mujer, por lo que sea quien fuera la persona en cuestión (para el supuesto de ponerse en crisis la posibilidad de que se tratase de Irene Hurtig, hoy ajena a este pronunciamiento jurisdiccional), ciertamente la misma no fue de Bártoli.- De otra parte, si estamos a los dichos de Vargas, surge que Irene Hurtig después del llamado telefónico y de gritar “traigan una ambulancia”, salió del cuarto diciendo “murió mi hermana”. ¿Ya para ese momento sabía que estaba muerta? Causa sorpresa esta manifestación sobre todo cuando con posterioridad, en el primer llamado a Zancolli mucho tiempo después, nada de eso le dice.- Igual sensación provoca lo manifestado por el imputado Bártoli en su presentación de fecha 19 de enero de 2003. En esa declaración, explicó el mismo que estaba presente cuando su mujer atendió un llamado telefónico escuchándola decir “no, me estás jodiendo” en forma exaltada, y a la persona que hablaba con ella agregar “no, boluda, es cierto”, cortando luego Irene la comunicación manifestándole que María Marta había tenido un accidente. Simplemente marco que resulta cuanto menos llamativo que Bártoli oyera sólo parte del mensaje enviado por el interlocutor de su mujer, pero no aquella porción en la que le avisaba del accidente, de lo cual se entera por la misma.- También fue escuchado sobre el punto el testigo Pedro Juan Castillo, quien refirió que para el mes de octubre de 2002 trabajaba como masajista en el Country Carmel, los fines de semana, brindando sus servicios la mayoría de las veces en el vestuario, y otras menos en los domicilios particulares de quienes vivían en el barrio, como el caso de Guillermo Bártoli, a quien le daba masajes todos los domingos a las 19:30 horas.- Yendo en concreto al 27 de octubre, dijo que fue a la casa de esta familia en el horario de las 19:15 o 19:20 horas, donde tras tocar el timbre fue atendido por una doméstica que le comunicó que sus jefes no estaban porque una pariente había sufrido un accidente.- Asimismo, reconoció que cuando ingresaba al barrio era habitual que le tomaran los datos y revisaran su auto, (recuérdese que dijo: “ese día creo que habrá sido así”), memorando que en dicha ocasión llegó al lugar solo, “alrededor de las dos y pico de la tarde” (sic) y que lo hizo a bordo de un vehículo marca Duna Weekend color verde oscuro, retirándose por la noche en compañía de una persona que trabajaba allí de nombre Alberto Mario Romero.- Tengo para mí que este testigo ha mentido.- Prueba de ello, es algo tan sencillo como que su presunto ingreso al Carmel el día en que María Marta fuera asesinada no se encuentra apuntado en la planilla de fs. 23 y siguientes.- La ecuación es simple. Castillo no fue ese día al Carmel, y por tanto, no hay registro de una situación imaginaria.- Quienes vivimos en Barrios Cerrados, Clubes de Campo, Countrys o Condominios, sabemos del celo profesional que tienen los empleados de vigilancia que cubren servicio en los mismos en lo tocante a asentar en los libros correspondientes el ingreso y egreso de personas ajenas a ellos, e incluso, en muchos de los casos, la de los propios residentes del lugar. Difícilmente podamos encontrar omisiones en tal sentido, y en su defecto, la falta de anotación de alguien en particular tendrá siempre su especial justificación (pero nunca ninguna) como en el ejemplo del motociclista a quien se observa accediendo al Carmel detrás de la masajista Michelini (según CD, efecto nº 69, imagen de las 18:59:25), quien al decir del testigo Páez en el debate bien pudo tratarse (y en el caso coincido con el nombrado ya que las apariencias a simple vista así lo indican) de un delibery que, por registrar un ingreso anterior ese mismo día o bien, por la sencilla razón de resultar insignificante su estadía en el lugar en función de su escasa duración (entrega de pedido, cobro y retiro), hace que se considere irrelevante –o menos importante- su incursión y por ende su asiento. Pero lo cierto es que no fue éste el caso de Castillo.- Pero para hacernos ver que el testimonio de Castillo era creíble, hizo la Defensa comparecer a declarar como testigo en el debate a Alberto Romero, tan o más mendaz que el primero.- Paso a fundamentar mis dichos.- Dijo Romero que el día en que murió María Marta se encontraba trabajando en Carmel, “cerca de las canchas de tenis, en el sauna” (sic), dando turnos para el uso de las mismas y controlando que todos estuvieran al día con la cuota para poder jugar en ellas, recordando que ese 27 de octubre de 2002 María Marta jugó al tenis junto a Viviana Binello, por la tarde, y que después empezó a llover por lo que desde entonces permaneció la mayor parte del tiempo dentro del sauna junto a Pedro Castillo, “el masajista”. Indicó además, en relación a este último, que sabía que todos los domingos le hacía masajes al señor Bártoli y que incluso tenía con el mismo un turno fijo a las 19:30 horas, recordando que efectivamente Pedro ese día “fue pero volvió al segundo, me dijo que no había nadie en la casa y que una señora que trabajaba ahí le dijo que había habido un accidente” (sic). Continuando con su relato precisó que luego de ello y junto a Pedro se quedaron al borde de la cancha de tenis “charlando” hasta que se fueron juntos en “un Duna verde” propiedad de Castillo a las 20:15 o 20:20 de la noche, siendo que puntualmente y preguntado que fuera para que diga a qué hora llegó el masajista ese día al Carmel, como así también -ya que estuvo según dijera junto al mismo “un montón de tiempo, casi toda la tarde”- a quiénes dio masajes, en ambos casos respondió diciendo que no lo recordaba. Por último, aseguró que del fallecimiento de María Marta se enteró “a la semana, me lo comentó un profesor de tenis del barrio, de nombre Roberto” (sic), y que precisamente por ello el domingo siguiente al encontrarse con Castillo hablaron del caso, “porque había un comentario general en el country, de muchos socios, que iban a jugar al tenis, se hablaba de un accidente en la bañera” (sic), no obstante lo cual en la oralidad del debate, dio marcha atrás en sus afirmaciones cuando tras serle leída la declaración de fs. 1553/1555 de la causa principal, en especial el jirón de la misma que reza: “Preguntado por si ante los hechos narrados… cuando se iban preguntó en la guardia…”, contestó que: “sí, sí, es verdad eso” (sic).- Pero hablé de falsedades en las que incurriera el testigo Romero, y ellas no se agotan con la referencia hecho en torno a la presencia de Castillo en el Carmel el 27 de octubre de 2002, o en cómo es que se enteró el nombrado de la muerte de la infortunada víctima. Nada de eso, hay más y sobra el tiempo para ponerlas al descubierto.- Precisó Romero en su juramentada ante el Tribunal y las partes, que entre los que estaban jugando ese día al tenis se encontraba Diego Piazza y que el mismo llegó “un poco más tarde que la Sra. María Marta” (sic) a quien ubicó en el lugar –en lo que a su arribo se refiere- “a las cuatro de la tarde y no jugó mucho” (sic) agregando incluso que ellos –refiriéndose a Diego Piazza y compañía- “se quedaron jugando un poco más de tiempo” (sic), siendo que al ser preguntado por la Defensa para que dijera lo que en realidad ya nos había dicho, esto es, a cuál de los dos hermanos Piazza se estaba refiriendo, confirmó lo que anticipara al decirnos que: “yo al que vi jugar era el muchacho éste que estaba estudiando medicina” (sic).- ¿No era acaso que Diego Piazza a la hora en la que Romero lo coloca en la cancha de tenis se encontraba en el domicilio de Guillermo Bártoli observando junto al mismo y otras personas -Carlos Carrascosa y Sergio Binello, entre otros- el partido de fútbol entre los equipos de River y Boca? Esto nos lleva a afirmar que si Piazza estuvo en la casa de Bártoli a la hora de dicho encuentro deportivo -lo que aclaro no pongo en crisis- nunca pudo estar en simultáneo jugando al tenis como lo asegura Alberto Mario Romero. Ergo, el nombrado falta a la verdad.- Sorprende también la forma en la que Romero llega a vincularse a este proceso, allá por el 19 de abril de abril de 2003 (oportunidad en la que declara por primera vez) toda vez que según nos hizo saber, ello sucedió por intermedio del abogado de la familia, el Dr. Scelzi, quien lo contactó a partir de una charla que el declarante mantuviera por aquél entonces con “el Sr. Pablo Bollo, que era de la Comisión Directiva” acerca de lo ocurrido el día en que falleciera María Marta, siendo a través de este último y en especial, en función de lo que le comentara al mismo en tal sentido, que Scelzi lo llamó para que declarara en la Fiscalía (llevándolo incluso en su auto hasta la sede de la misma). Lo sugestivo del asunto y que no me deja de pasmar, es que dos personas mantengan un diálogo en el mes de abril del año 2003 respecto de un hecho histórico ocurrido mucho tiempo antes, el 27 de octubre de 2002, y que no los afectaba directamente. Verdaderamente, no es verosímil en lo más mínimo.- Por lo demás, no dejo de advertir que a poco que se le preguntara a Romero sobre algunos otros datos referidos a días anteriores o posteriores a dicho suceso, la ambigüedad de sus respuestas o la marcada pérdida de registro en sus recuerdos fue una constante en el mismo, lo que nos habla a las claras de que el nombrado ha sabido memorizar y sostener hasta las últimas consecuencias un argumento patrañero en beneficio de los imputados.- Finalmente depusieron los dos hijos del matrimonio Guillermo Bártoli-Irene Hurtig, a la fecha del hecho de 13 (Tomás) y 10 años (Francisco).- Más allá de que se vieron impedidos de declarar en contra de su progenitor, lo cierto es que no puedo dejar de tener en cuenta a fin de evaluar la veracidad de sus dichos, que han depuesto tras nueve años de ocurrido el suceso. En ese lapso temporal, los testigos han escuchado en el seno familiar la versión que el imputado Bártoli aquí narrara. Esta circunstancia, sumada a la corta edad que tenían a la fecha del hecho, hace que no pueda determinar certeramente cuanto de lo que dijeron responde a sus verdaderos recuerdos de lo ocurrido, y cuánto a “recuerdos implantados” por haber sido escuchados de sus mayores durante tanto tiempo.- Pero no acaban aquí mis reparos, pues ciertamente llama mi atención que un niño de diez años pueda describir –ajeno por lo general a estas cuestiones, máxime cuando estaba pendiente de un partido tan importante para su equipo de fútbol- la vestimenta con que su tía jugó ese día al tenis, o las personas mayores que estaban en el lugar y sus movimientos.- Llamativamente, ninguno de estos testigos mencionó, que pasadas las 19.00 horas, hiciera su aparición Pedro Castillo en el domicilio familiar, a fin de hacerle masajes a su padre, circunstancia ésta que sí claramente podrían haber recordado si, como nos dijera el masajista, se trataba de una costumbre de la mayor parte de los domingos a esa hora. Fue el propio Bártoli quien manifestó al iniciar su declaración en la audiencia que él mismo estaba “viciado” de información.- Siguiendo con mi itinerario argumental, otro elemento de fuste que contribuye al convencimiento de que Bártoli ha encubierto el crimen de su cuñada, es la circunstancia de que fuera el mismo quien en persona impulsara la obtención de la partida de defunción de María Marta García Belsunce de Carrascosa que en copia luce agregada a fs. 137, de la que se desprende que la muerte de esta última -según certificado médico suscripto por el Dr. Juan March- se debió -como causa- a un paro cardiorrespiratorio no traumático, teniendo lugar ella -según reza el documento- el día 27 de octubre de 2002, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.- Surge al respecto con meridiana llaneza y por tanto no puede ser objeto de cuestionamiento alguno, que tanto los motivos del deceso como el sitio donde se habría producido el mismo, no son aquéllos que guardan correspondencia con la verdad histórica.- Evidentemente, Bártoli ha faltado a ella, y las razones que lo movilizaron a actuar del modo en que lo hiciera, deben buscarse en la innegable necesidad que tenía de obtener un medio -el certificado- que le permitiera llevar adelante los trámites de inhumación de quien en vida fuera María Marta García Belsunce sorteando con éxito la "autopsia judicial" que se imponía en función de su conocimiento de que el fallecimiento de María Marta no había sido consecuencia de un accidente.- Ninguna otra interpretación, al menos desde la lógica racional, es posible.- No sobra mencionar aquí, como otros elementos de prueba conectados con lo anteriormente mencionado, la fotocopia de formulario de denuncia de fallecimiento de fs. 307, emanado de Casa Sierra, como el recibo de pago de servicio fúnebre a su nombre de fs. 308; el recibo del 27/10/02 expedido por Casa Sierra -siempre a su favor-, y la fotocopia de contratación de servicio a nombre de Bártoli de fs. 309.- Pero no debe perderse de vista, por cuanto claramente se presenta como un elemento dirimente a la hora de estudiar el comportamiento del Bártoli y tener por acreditado en el marco del mismo el dolo que exige la figura por la cual reclama pena la acusación, que Bártoli llega a "Casa Sierra" luego de no haber tenido éxito las gestiones que con igual propósito llevara adelante por ante la funeraria "Ponce de León" de Pilar.- En efecto, han sido incorporadas por su lectura -art. 366 inc. 2º del C.P.P.- las declaraciones testimoniales prestadas por Jacinto Raúl Ponce de León a fs. 269/vta., y por Gilberto Martinelli a fs. 309/310 de estas actuaciones y a fs. 542/543 vta. de la causa nº 2060 de oportuno trámite ante el Tribunal Oral en lo Criminal nº 2 de la Capital Federal, seguida a March, Juan Carlos y otros en orden del delito de Falsedad Ideológica.- El primero, dijo ser propietario de la casa velatoria Ponce de León S.A., ubicada en Lorenzo López nº 553 de la localidad y partido de Pilar, recordando que el día del partido Boca-River se hallaba en la casa de su yerno cuando recibió el llamado por teléfono de un empleado suyo diciéndole que en el local se encontraban unas personas manifestado que aparentemente una señora se había accidentado en el baño y había fallecido por una fractura de cráneo, siendo que al considerar que era una muerte violenta por más de haberse desencadenado en el marco de un accidente doméstico, se les indicó que era necesaria la participación de la policía, "yo le manifesté esto al empleado para que se los diga" (sic). Dijo también, que estas personas -"creo que eran dos hombres"- (sic) llegaron al lugar con la inquietud de que ellos -en relación a la casa fúnebre- les consiguieran un certificado de defunción "pero sin intervención de la policía" (sic), a lo que se les dijo que no se podía, ofreciendo entonces esta gente una segunda posibilidad que consistía en conseguir un médico de su confianza. Que frente a ello se les hizo saber que dicho profesional debía certificar la firma en la seccional por no ser del distrito, ello en razón de existir un círculo médico en Luján donde se van registrando los médicos que pueden actuar en Pilar. Finalmente, agregó que dada esta información los posibles clientes se retiraron de allí, intrigándole al declarante después el tema, es decir, en cómo el mismo se había solucionado ya que por lo general, su empresa es la que se encarga de llevar a los muertos a San Fernando cuando hay una autopsia, quedándole la inquietud de ver quién había inscripto la defunción, constatando pasados dos o tres días del episodio que relatara que no se había "levantado" (sic) la inscripción, pensando allí "que habrían cambiado el lugar del fallecimiento" (sic), lo que no se puede hacer en razón de tratarse el acta de un instrumento público.- Por su parte Martinelli, en la primera de las juramentadas citadas y en consonancia con lo expresado por su empleador Ponce de León, refirió trabajar para éste en el local que el mismo posee dedicado a los servicios fúnebres, memorando que el día 27 de octubre de 2002, siendo las 23:30 horas y en circunstancias se hallaba en la oficina de la empresa, ubicada en la calle Lorenzo López nº 553 de la localidad de Pilar, cumpliendo con su guardia correspondiente, se hicieron presentes en el lugar dos personas del sexo masculino, describiendo al primero con una edad comprendida entre los 45/50 años, obeso, de baja estatura, cabello corto peinado hacia atrás, cree castaño claro, de tez blanca, y vestido con una camisa blanca y pantalón oscuro, siendo que el otro era más alto, delgado, de unos 50 años de edad, tez blanca, cabello oscuro algo abultado, y vestido con camisa y pantalón, expresándole el primero de ellos que necesitaba un servicio porque en el Country Carmel "una señora se estaba bañando, se resbaló y se golpeó la cabeza con la canilla, lo cual le provocó la muerte" (sic). Que ante ello, el declarante les refirió que si tenían el certificado de defunción firmado no habría problemas, "pero la persona más baja, a la cual se la notaba apurada" (sic) le dijo que "no tenía dicho certificado y que no quería la intervención policial" (sic), sin dar mayores explicaciones. Asimismo refirió que luego este mismo sujeto le mencionó que tenía un médico amigo que le firmaría el, dejando constancia que desde el teléfono de la empresa abonado nº 02322-428621 se comunicó con el supuesto amigo, ratificándole éste, siempre por dichos de la persona de baja estatura, que se lo firmaría. Por último y tras aclararles el declarante a estos sujetos que "en esos casos tenía que estar la intervención policial, porque luego el médico tendría que dirigirse a la comisaría de la zona para certificar y registrar su firma" (sic), la persona que siempre llevó la palabra le respondió diciéndole "cuando tenga el certificado, venimos" (sic), retirándose del lugar para no regresar más.- Pero como ya lo adelantara, no ha sido ésta la única oportunidad en que Martinelli prestara su versión de los hechos ante la Justicia, ya que luego de hacerlo ante el Fiscal de la causa, volvió a prestar testimonio, esta vez, ante el Juez de Instrucción, Dr. Julio Marcelo Lucini, revalidando frente al mismo todas y cada una de sus originarias manifestaciones, agregando tan solo en esta última ocasión y refutando el falaz argumento de Bártoli en punto a los motivos por los cuales abandonara la cochería “Ponce de León” sin contratar el servicio fúnebre que, según dijera, guiaba sus pasos -ausencia de médico- que dicha empresa no contaba por aquél entonces con un solo profesional de la salud, sino que, y por el contrario, eran “varios los médicos” (sic) con los cuales trabajaba la empresa, al punto tal que estima que de los servicios que vendía la misma “el cincuenta por ciento también provee la intervención de un médico para que certifique la causa de la muerte” (sic), siendo que al ser preguntado en concreto para que dijera si las personas (Bártoli y Taylor) que lo visitaran en su lugar de trabajo –y que al decir del testigo “querían todo rápido, que fuera todo rápido” (sic)- le solicitaron en algún momento un médico para firmar el certificado de defunción, Martinelli contestó que “no, absolutamente, ellos hablaron con un médico, pero en ningún momento me pidieron a mí un médico” (sic), recordando una vez más que estos sujetos “lo primero que le dijeron… era que no querían intervención policial” (sic), y que ello despertó su atención, “ya que cuando –el más gordito- le dijo que esa mujer se había caído de la bañadera, era evidente que tenían que darle intervención a la policía, pues siempre que pasa un accidente así hay que darle aviso a la policía” (sic).- |