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![]() “2011, AÑO DEL CAUDILLO VICENTE GUERRERO” PRIMER ENCUENTRO ESTATAL DE ORIENTACIÓN EDUCATIVA LÍNEA TEMÁTICA: POR UNA CULTURA DE PAZ, 3.1. CASOS Y FORMAS DE ATENCIÓN A LA VIOLENCIA ESCOLAR AUTORA: PSIC. FAVIOLA DOMÍNGUEZ GONZÁLEZ ORIENTADORA ESCOLAR INSTITUCIÓN DONDE LABORA: CBT, ACAMBAY C.C.T. 15ECT0140I ZONA ESCOLAR 012 BT ACAMBAY, OCTUBRE 2011. ¿Cómo fabricamos víctimas y agresores? Psic. Faviola Domínguez González RESUMEN: La presente tiene por objetivo reconocernos como una sociedad que favorece la formación de agresores, el sometimiento y negación de las víctimas, a través de nuestras ideologías, estilos de pensamiento, cultura, comentarios, acciones y ejemplos, enfatizar que el mayor reto de la EMS en el Edo. Méx., no es el bullying, sino las escuelas que viven violencia potencial; y su solución solo es posible a través de una cultura de paz, tolerancia y respeto por la diferencia. INTRODUCCIÓN Conocimiento es poder; poder es tener la capacidad para ejercer y emprender acciones. Cuando alguien pregunta que es el bullying, más de uno creemos conocerlo y estamos dispuestos a responder que es un fenómeno de intimidación, denominado en Latinoamérica como acoso escolar, consistente en acciones destinadas a acobardar a otro, reducirlo a la pasividad y producirle temor. La duda es; sí más de uno podemos hacerle frente. El bullying es reconocido internacionalmente como un problema escolar, ante lo cual se ha desplegado una serie de instancias, programas y estrategias para abordar dicha problemática. Los planteles de EMS, reconocemos también el hecho de prepararnos para identificarlo y realizar las acciones que lo frenen y remedien. En este devenir de atención a las víctimas, nos olvidamos de los agresores y de la sociedad de la cual emergieron ambos; por tal no prevenimos cuando estamos en riesgo de padecerlo. Los involucrados en la Educación de Nivel Medio Superior debemos preguntarnos ¿cuál es nuestro mayor problema?, ¿qué exista el bulling? o ¿evitar que más niños y jóvenes se conviertan en víctimas y agresores? Es indispensable comprender que la intervención no siempre significa solución al problema, y menos erradicación de éste, con pesar muchos esperamos que ocurra: para atender, tratar y remediar; pero estamos ajenos a prevenir su manifestación en aulas y planteles de nuestro estado y porque no decirlo de nuestro país. En el diagnóstico sobre violencia realizado en diferentes subsistemas de Educación Media Superior del Estado de México, siendo CECYTEM, EPOEM, CBTs, CONALEP y COBAEM, manteniéndose sin datos UAEMex y RESEMS, se diagnosticó un total de 563 planteles; de los cuales: Sin Violencia se reportaron, 71 Escuelas; con Violencia Potencial, 265 Escuelas; Violencia Significativa 179 y con presencia de Acoso Escolar 48. En términos de porcentaje: 47 % de las escuelas reportan Violencia Potencial, 31.8 % Violencia Significativa, con Acoso Escolar el 8.6 % y solo el 12.6 % Reportan Sin Violencia. DESARROLLO Estos datos deben ser suficientes para ocuparnos del 47 % de población estudiantil diagnosticada que están en posibilidad latente de presentar bullying; el azar no llevo al 8.6 % de planteles a experimentar acoso escolar, y es nuestra responsabilidad evitar esperar pasivamente, así como prevenir que la mitad de nuestros alumnos no se conviertan en los protagonistas, como víctimas y agresores. Todos hemos agredido y/o alguna vez hemos sido agredidos en alguna de sus formas verbal, física, psicológica y/o simbólica, (no puedo pensar que nunca sin intención, reconocida o no); pero el que practica bulling, lo hace repetidas veces y la víctima es agredida repetidas ocasiones; un factor es la frecuencia, valdría la pena responder a ¿cuántas días o veces tengo que experimentar daño y agresión?, ¿cuántos días debo asumirme temeroso, para considerarme víctima del bullying?, ¿Quién tiene la respuesta?... Si bien es cierto que la conducta agresiva detectada en los alumnos debe ser diferenciada del comportamiento llamado bullying, sabemos que este es más insidioso y pasa desapercibido en muchos casos; y que las peleas entre iguales no siempre cumplen los requisitos para considerarlas. Establezcamos la diferencia con conducta agresiva, según Valadez I. (2008), la agresividad es natural a los seres humanos, es una energía que nos permite mantenernos vivos, es una fuerza emocional que nos permite protegernos, proteger a otros y adaptarnos a los ataques que vienen del exterior”, lo importante es como regulamos la necesidad de activar la pulsión agresiva frente a ciertas situaciones y frenarla en otras o comunicarla de maneras variadas evitando la destrucción del otro o incluso la propia convirtiéndose entonces en autodestrucción. Hay quien mantiene que el ser humano es violento por naturaleza. Y hay quien dice que la violencia es un mecanismo aprendido (y por lo tanto enseñado) para ejercer el poder o la defensa. Lo que llamamos violencia se manifiesta de diversas maneras: hay violencia física, verbal, psicológica, y hasta simbólica, comenta Valadez I. (2008) que se manifiesta de forma indirecta, o mejor, que parece que no es tal. Independientemente de si es innata o aprendida, funciona para regular nuestra protección y defendernos. El que agrede está activando para protegerse, ¿de qué? Hay que preguntarlo y observarlo. Y el que es agredido ¿por qué no activa sus sistemas de defensa?, hay que meditarlo. Cotidianamente escuchamos en casa, en la calle y en las diversas instituciones incluidas la escolar, dichos populares que sobrevaloran, “ensalzan” o “endiosan” el poder, la popularidad, la extroversión, la fortaleza, el machismo, la valentía, el éxito, la belleza, los aciertos, la viveza (“tranza”), lo blanco; y asignamos juicios peyorativos a la debilidad, la fealdad, la timidez, la pasividad, lo negro, el fracaso, lo pequeño, la femineidad, etc. Tendemos a preferir: agredir a otros, que ser agredidos, y en esa tendencia se afirma como cultura lo que no deseamos; cultivamos victimarios, ocultamos y sometemos a las víctimas. Los que somos violentos, lo mostramos al hablar, al actuar y al relacionarnos, inclusive violentamos las instalaciones, rayando las paredes, las butacas, los escritorios; descuidando, rasgando o rompiendo muebles, vidrios, documentos y/o materiales (docentes y alumnos). pudiendo citar varios ejemplos: en los pasillos de la escuela, en las aulas y en oficinas. Basta recordar la muy común platica entre docente y alumno cuando el primero intenta corregir o evitar una situación violenta entre compañeros; y el alumno responde: “¡Nooo, Profra., no se asuste… así nos llevamos!, ¡es mi cuate!”; y me pregunto: ¿por qué es su “cuate”, no lo violenta?, ¿solo la violencia viene de los que no son nuestros amigos?. Sumándose a esta supuesta relación de tolerancia a lo rudo, tosco o violento; hemos escuchado a padres, amigos, docentes y orientadores, decirle al que es agredido (o que se experimenta agredido), algunas frases como: “¡aguántate!, ¡no seas chillón!, ¡se más tolerante, no lo hizo por ofender!, ¡no seas exagerado!”; y otras que excluyen a la víctima, tales como: “¡no lo toques, ya ves que de todo se queja!, ¡con él o ella no se metan!, ¡déjalo de molestar, que no quiero problemas!”; olvidando que la tolerancia está lejos de ser sumisión, soportar, ocultar y callar; acaso ¿si no hay sangre, no hay herida?, se promueve pasivamente una cultura de víctima y de agresor. “Este fenómeno no distingue raza, religión, posición social, estructura física, ni edad, este problema afecta cada vez más a temprana edad y ningún sector de la sociedad está libre de él” (Valadez, I., 2008), no solo se da entre alumnos, sino entre docentes y si esto no bastara entre docentes y alumnos. Pensemos cuantas veces hemos tomado a un compañero docente como el foco de burlas y críticas, o excluyéndolo socialmente, directa o indirectamente; con su permiso o sin el, aplicando formas pasivas de violencia, aunque no menos dañinas; así también hemos hecho preso de esta violencia a algún alumno o también con el supuesto de que realizamos una “crítica constructiva”, exponiéndolo públicamente a la crítica de sus logros, conducta y peor aún de su personalidad, perdiendo de vista como vive y experimenta la persona que recibe el juicio, la crítica o la agresión. No me opongo a valorar el desempeño, pero hay una diferencia entre esta valoración respecto a parámetros concretos y definidos global o universalmente y la emisión de juicios personales o peor aún prejuicios respecto a la conducta o personalidad de un individuo. CONCLUSIONES Los docentes también somos promovedores de las relaciones y vínculos que establecen los alumnos. No solo se violentan entre pares (alumnos-alumnos), sino también docente-docente, y docente-alumno, así como alumno/docente-institución, no es fácil detectar y tratar a las víctimas y a sus agresores debido a que se debe a un problema de consecuencias múltiples y causas multifactoriales entre las que destacan el grado de autoestima, las formas de comunicación y las estrategias para formar relaciones sin embargo reconocernos violentos y víctimas es el primer paso para ejercer acciones, así también que aunque no exista huella física, el daño puede ser igual de destructivo; está claro que una convivencia pacífica y de respeto a la diferencia, tolerando las diferentes posturas, y teniendo en cuenta a los otros en el pensamiento, los comentarios y las acciones, dejará de hacernos presos del azar y aseguraremos que el 47 % de escuelas que actualmente experimentan violencia potencial se orienten a una cultura sin violencia, la solución al bullying reside en la prevención y no en el tratamiento, debido a que este es solo remedial. PROPUESTAS:
Individuales
Grupales y/o institucionales
Masivas y/o Sociales
Referencias bibliográficas:
Referencias cibergráficas:
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