Durante una hora, amigos silenciosos y comprensivos visitan a los niños pacientes de cáncer. Por un rato, los pequeños ignoran el peso emocional que conlleva su lucha contra la enfermedad. Y sonríen






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fecha de publicación30.07.2015
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Día de visita
Durante una hora, amigos silenciosos y comprensivos visitan a los niños pacientes de cáncer. Por un rato, los pequeños ignoran el peso emocional que conlleva su lucha contra la enfermedad. Y sonríen.

Por: Gustavo Adolfo Montenegro
Fotografía: Carlos Sebastián

“A él no lo vienen a ver, nadie se queda con él. Sólo lo vienen a dejar para la quimioterapia y lo vienen a traer a los tres o cuatro días. Se desanima, no come, no habla y se mantiene triste”, explica una enfermera al hablar de Oscar Escobar, el niño que toma la pata de Erin, la perra de terapia, en la foto principal. Su semblante refleja el desgaste emocional y físico de la lucha contra la enfermedad.

“¿Quieres saludar a la mascota?”, le preguntaron. Asintió débilmente con la cabeza y lentamente extendió su brazo hasta tocar la nariz, las orejas y la pata de Erin. Increíblemente (no parecía que fuera a hacerlo, por los fuertes efecto del tratamiento), Oscar sonrió.

Así de sorprendentes, son los resultados de la terapia asistida con perros, practicada con éxito en varios países. Hace tres años se empezó a experimentarla en Guatemala, con ancianas y hace dos meses, con los pequeños pacientes de Oncología Pediátrica, del Hospital Roosevelt.



Oscar no tenía ganas de comer ni hablar tras la quimioterapia. La presencia de Megan logró animarlo.

A primera vista, la presencia de mascotas parece incompatible con la asepsia hospitalaria, pero estos perros no sólo están aseados hasta los dientes sino además adiestrados para no ladrar, no moverse bruscamente ni ponerse nerviosos entre tantas personas y aparatos.

Catalizadores sociales

Romper el hielo, eliminar las barreras, motivar la comunicación son algunas de las funciones de los perros terapéuticos. “Si usted va a algún lugar, acompañado de un perro pacífico, será mucho más fácil entablar comunicación con personas desconocidas que al ir completamente solo, por eso se les llama catalizadores sociales”, explica el médico veterinario Hugo Ruano, quien trabajó su tesis de graduacion sobre el efecto benéfico de las mascotas en ancianas con hipertensión arterial.

Colmillos contra el cáncer

Denis Jiménez tiene 7 años. Sufre linfoma (tumor del tejido linfático) de pulmón. Pronto será operado para extirparlo. Se aburre terriblemente en el hospital -cuenta la mamá-. Esto cambia cuando llega Megan, la otra perra Golden Retriever que está de visita esta semana: Denis la abraza, le habla, la acaricia con un pie.

Esta alegría es fruto de una inquietud del director del hospital, Federico Antillón, quien tenía referencias de los beneficios de la terapia con perros: “Yo tengo un cachorro de Labrador y consulté a un veterinario dónde podía entrenarlo para que fuera mascota médica... El fue quien me refirió con María Marta Johanis. Me dijo: Ella tiene cuatro perros certificados en Estados Unidos como mascotas de terapia. Hicimos el contacto con la señora Johanis y ella aceptó venir una vez por semana, en diferente día, porque no siempre están los mismos niños internos o en consulta externa”.

María Marta va por el corredor principal con Megan. Se detiene frente a la entrada de otra habitación, pregunta si le dan permiso de mostrar la mascota al niño. Por más preocupación, tristeza y tensión reflejadas en los rostros de padres y niños, al momento de ver a la visitante moviendo la cola y con la lengua de fuera, las sonrisas brotan.

Marilú Aldana tiene 17 años, un linfoma y viene cada 8 días desde Río Dulce, Izabal. Espera el día de su operación. “Está bien que vengan porque a los niños les gustan las mascotas”, dice Marta Solórzano, la mamá.

Marilú sonríe: “Esta visita es una alegría. Aquí uno se aburre, pero, aunque sólo vengan un ratito, los perros me levantan el ánimo”.

El mismo paseo de Megan y Erin lo harán, la próxima semana, otros dos canes. Hay que alternarlos porque cada terapia es agotadora para ellos. “De alguna manera, los perros se llevan consigo el sufrimiento, el dolor, la preocupación... por eso no es recomendable que las sesiones duren más de hora y media, pues ellos se cansan”, explica Ruano, el veterinario. Y agrega: “Al llegar a su casa, se van a dormir toda la tarde. Terminan exhaustos”.

Animales para curar el alma

Uno de los primeros registros del uso de animales con fines terapéuticos data de 1792: el York Retreat, en Inglaterra, lugar donde a los enfermos mentales se les daba conejos y aves de corral para cuidarlos.

Al final de la II Guerra Mundial, un hospital para convalescientes, ponía a sus pacientes a criar animales de granja para que olvidaran sus traumas en combate.

En la década de 1970, la siquiatra Elizabet Corson señaló que los perros actuaban como catalizadores sociales, forjando una conexión positiva entre paciente y médico.

Toda esa historia quizá sea desconocida para Wendy, una diminuta niña de 4 años (de la aldea Pichabaj, Sololá) quien padece osteoporosis y permanecía sentada en la orilla de la cama. Sus grandes ojos parecían al principio tener miedo de Erin, que olía sus pies: tras un par de minutos, la teoría se confirmó otra vez y Wendy le acarició las orejas.

“Gracias. Qué Dios los bendiga”, no paraba de decir Berta de De León, quien desde el cantón Las Marucas, Santa Bárbara, Suchitepéquez, trae cada semana a su hija Dalila, de 11 años, una niña alegre a quien hacía dos días se le practicó una biopsia para verificar si el tumor de ganglios había sido completamente eliminado.

“Gracias a la señora de los chuchos. Esto es algo muy alegre, muy curioso... gracias por venir a divertir a los niños, para que no sea un recuerdo triste haber estado en el hospitalito”, dijo.

“¿Cuándo regresas perrito?”

Llega la despedida. Tras una hora de recorrido por los pasillos, las camas y camillas y la sala de espera, Megan y Erin se van. Volverán y encontrarán a otros niños. Algunos serán nuevos casos. Otros, no estarán porque tienen cita para otra fecha o se han curado. Y otros... con quienes jugarán en sus sueños.

 

“¡Ahi viene el chucho!”

A esta exclamación, varias ancianas del Asilo San Vicente de Paúl, 20 calle, zona 1, se asoman para ver a “Spike”, un perro en fase de adiestramiento para mascota de terapia.



Refugio, Martita y Sofía comparten un rato de alegría con “Spike”. La única tristeza es cuando el can tiene que marcharse.

Doña Refugio padece de hipertensión y casi no oye. Tiene 77 años. Al ver a Spike corrió a abrazarlo y hacerle cariño. El veterinario Hugo Ruano dice que ella estuvo en el estudio que hizo hace 3 años sobre el efecto de la visitas de perros en ancianos con hipertensión. El resultado: una reducción del estrés y un alivio notable del problema vascular.

De puerta en puerta, Ruano pregunta a cada anciana si quiere que el perro entre. Todas dicen sí, hasta las que tenían expresión seria, casi de enfado. En instantes, ya están sonriendo.

“Eso sería difícil si uno entra solo, porque es un extraño. Los perros son algo familiar, algo que todos llevamos en el imaginario propio, por eso son facilitadores sociales”, agrega Ruano.

Hace falta más visitas así

Anuaria Archila, de 55 años, deja de bordar para acariciar a “Espai” (así le dice). Sofía Torres dice que amaneció aburrida pero le alegró con la visita de “Espagui”. En su cuarto, doña Lupita, 88 años, llora y grita. No parece ocasión para llevar al perro, pero al sólo verlo deja de llorar. Lo acaricia y al rato está riendo.

Ha pasado hora y media, la visita termina. Doña Refugio estaba esperando en la salida para despedirse del perro... “Adiós muchacho bonito... Adios mi 'espray'”, le dice. Estas visitas podrían ser más frecuentes, pero hace falta voluntarios... y perros adiestrados. Si Ud. está interesado en participar, puede comunicarse con el doctor Ruano, al 449-7679.

 

La señora de los perros

Marta Johanis tiene 3 perros de terapia, certificados en EEUU. Sin cobrar un centavo, sólo por el deseo de ayudar, los lleva cada semana a los niños del hospital.

¿Es cierto que estas terapias cansan mucho a los perros?

Ellos absorben la tristeza, el dolor, las tensiones que hay aquí. Esto los agota. Los turnamos para que no se enfermen.

¿Qué se necesita para que un perro sea de terapia?

Que esté entrenado en obediencia básica, que sea manso, dócil, leal. La raza Golden Retriever es así. También se usan el Labrador y el Samoyedo, aunque hay que evaluarlo.

¿Qué es lo más difícil de la terapia con perros?

Que la gente quiera dedicar tiempo a esto, porque es algo voluntario, gratuito. Programas con perros se podrían hacer muchos, para drogadictos, mareros o niños con problemas, pero no hay voluntarios.

¿Y será cierto que los perros aman?

Incondicionalmente. No ven si alguien es bonito o feo, rico o pobre... ellos son fieles y desinteresados.

 

Terapia asistida
“Un perro le ilumina los ojos a cualquier niño”

Federico Antillón dirige el Hospital de Oncología Pediátrica, que atiende regularmente a unos 800 niños. Cada año se detectan 200 casos.

¿Qué opina de la terapia asistida por animales?

El cáncer requiere un equipo multidisciplinar para el diagnóstico, el tratamiento, el aspecto nutricional, emocional y sicológico. Tenemos sicólogos en los momentos difíciles, de diagnóstico. La terapia de animales entra en el apoyo emocional. Lo habíamos hecho esporádicamente, con visitas de los leoncitos del zoológico o de Chepe Mazacuata. Pero desde hace mes y medio, hay una visita semanal con los perros de Marta Johanis. Cumplen con las normas sanitarias del hospital: están vacunados, desaparasitados, bañados, les cepillan los dientes. Son dóciles y les dan a los niños la oportunidad de olvidarse del dolor, de la ansiedad de estar internados, del peso emocional de la enfermedad. Los niños se expresan, abrazan a los perros, se les iluminan los ojos y ya les hicimos su día.

¿Cuál es la incidencia del cáncer en niños?

El año pasado tuvimos 200 casos nuevos de cáncer, un promedio de 16 pacientes nuevos por mes.

Este año, calculamos habrá 220 casos nuevos, 18 al mes. El más común es leucemia, con un 39 por ciento de los diagnósticos. Notificar a los padres la mala noticia es algo muy difícil.



Sandra Dalila fue operada de un linfoma de ganglios. Estaba triste, hasta que llegó Erin a visitarla.

¿Cuántos pacientes tiene el hospital actualmente?

Tenemos 28 camas que están llenas siempre. Pronto llegaremos a 37. En consulta externa vemos unos 45 niños por día. Tenemos en activo a más de 800 niños, que vienen a consulta cada semana. Un niño con cáncer puede llevar hasta 5 años de tratamiento.

La incidencia del cáncer a nivel mundial es fija. En Guatemala, con una población tan joven, deberíamos estar viendo, de acuerdo a esas estadísticas, entre 400 y 500 casos nuevos cada año.

Algunos van al IGSS, al hospital militar o a la medicina privada, pero aún así nos quedan unos 100 casos de los que no sabemos nada. Quizá van a morir sin un diagnóstico. Estamos tratando de que la gente identifique lo antes posible un cáncer en los niños, para poder salvarles la vida.

¿Cómo se sostiene el hospital?

El Ministerio de Salud da un tercio de lo que necesita el hospital. La fundación Ayúdame a Vivir recauda el resto. Pero conforme crece el número de pacientes se necesitan más recursos. Necesitamos gente que quiera apadrinar al hospital con donativos anuales o mensuales.

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