Hector jorge borawski






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HECTOR JORGE BORAWSKI

Mi padre



Aquel inmigrante



Mój ojciec ów imigrant



DEDICADO



A MIS HIJOS HÉCTOR, JORGE Y GUSTAVO


A MIS SOBRINOS ALEJANDRO, VALERIA Y MARIA CAROLINA

A MIS NIETOS MATÍAS, MARTÍN, LEANDRO Y MAURICIO

A MI SOBRINA NIETA CONSTANZA

AGRADECIMIENTOS



A MI HERMANO EDUARDO POR SUS INVALORABLES COLABORACIÓNES Y SUGERENCIAS
A GLORIA, POR SU PACIENCIA ANTE TANTO TIEMPO ESCRIBIENDO SIN PRESTARLE ATENCIÓN
A MI CUÑADA LILI A QUIEN ADORO POR HACER TAN FELIZ A MI HERMANO Y HABERME DADO ESOS SOBRINOS TAN MARAVILLOSOS
AL INGENIERO JERZY J. SKORYNA POR SU TRADUCCIÓN

PROLOGO
Llegó el día. Mi hermano ha terminado su primer libro. Y, como me lo había prometido, me alcanza el borrador. Yo lo tomo y no lo abro. Lo disfruto cerrado.

Cerrado está el entorno de su elaboración. Están los recuerdos que, presiento, contiene. Estarán entonces las sonrisas fruto de los recuerdos extraídos de una niñez intemporal. Estarán los golpes del destino, suavizados al considerarlos experiencia. Estará el futuro que se rotula intuición o premonición pero que no será nada más, en este caso, que adelantar la vista hacia "la" estación, detenido entre los carriles de los sucesos y los tiempos y una vocación incontenible de viajero de la vida.

Cerrado hay una tendencia innata hacia la permanencia. Pero también un desafío al conocimiento, giro de la observación que concluye en la vuelta completa de una vida.

Y acepto el reto. Y entonces leo. Y allí está mi hermano Héctor. Relata la vida de otro hombre: José, nuestro padre.

Héctor vuelca sus recuerdos y sus investigaciones sobre algunos aspectos de José desconocidos, hasta ahora y para ambos. Se ve entonces una pintura de la tierra de origen del inmigrante, de su familia polaca y de su viaje hasta Argentina. Se ven aspectos - no generalmente admitidos de manera oficial - de una conducta singular evidenciada por los habitantes de nuestro país. Analizarla y ahondar en ella es calificarla. Calificarla es conocer y conocernos. Y desmitificar, si cabe.

Se observan luego un devenir familiar, laboral y social, y con él una pintura de una porción de la sociedad porteña en parte del siglo pasado. Se ve una vida y una muerte. Yo diría que indiferencias, porque hay una inmolación diaria de la vida y una permanencia más clara en el adiós.

Un hijo está pintando a su padre, y al hacerlo se plasma en sí mismo. Advertir un origen, detenerse en él (no para persistir en una imagen que se atribuye sin el indispensable permiso, sino para precisar su punto de apoyo), rondar para, en giros, alzar el vuelo que lo conduzca a un destino, es lo que Héctor busca. Y lo encuentra. Y lo logra. ¡Vaya si lo hace!

Héctor ha desatado las amarras que lo ligaban a la aceptación inexorable de circunstancias que lo signaron. Quiso y pudo. Y me exhibe el fruto. Yo lo tomo y lo contemplo gozoso. Veo en su obra el acertado relato de un pasaje de niño a adulto. Veo la concepción de la vida desde la simple óptica del joven hasta la descripción y al análisis del hombre, esposo, padre y abuelo. Mi hermano, parificándose cada vez más a mí en cuanto a edades, deja de ser por instantes el menor. Los años desgastan en su pasaje las diferencias temporales. Y él ha tomado una bandera que tal vez me hubiera correspondido llevar a mí y no hice. Pero, ¿quién establece los deberes? Él ha hecho lo que entendió correspondía. Y lo ha conseguido, además, volver a despertar en mí los recuerdos, los sentimientos, las alegrías y tristezas. Ha descripto nuestra infancia y juventud, y lo ha hecho tiñéndolas de una luz y una sombra que aún nos cobija esbozándose pícaras tras casa pasaje de nuestras vidas.

Sé de las horas que dedicó en este libro. Sé de su llanto ante los recuerdo y sus emociones frente a los hallazgos que produjo. Por todo eso, al decirme que sería de su agrado que algunas palabras mías introdujeran la lectura de su obra, me sentí conmovido. Una vez más y luego de un tiempo blanco, nos reencontrábamos, y a su pedido y para mi alegría y orgullo, yo intento volcar en el papel mis sentimientos. Héctor ha escrito. Y yo, feliz, sólo atino a certificar la veracidad de los datos, la relación de los hechos, la impronta que dejaran los acontecimientos y el agridulce sabor de la memoria despertada.

"Mi padre, aquel inmigrante" se erige ante mí con un contenido que va más allá del aparente. Es un llamado a la reflexión. Una convocatoria a obras similares para rescatar, de los tiempos, los falsamente atribuidos anonimatos. Es también la pintura y consecuencias de destinos entrecruzados. Es la percepción de un hijo ante ciertas vivencias y al mismo tiempo su evaluación, en la edad madura, de tales sucesos. Cuando Héctor habla de su padre y transmite sus conceptos, ilustra respecto a la fuente en que abrevó su existencia. Ansiosos, sus descendientes ingresarán al conocimiento y a la verdad. Y ella ejercerá la acción que le es propia.

¿Por qué, hermano, me pregunto a veces, la rigidez de costumbres o el tipo de relaciones preestablecidas que describes en esta obra, me ha impedido decirte que te quiero tanto? Tu esclareces los por qué. Yo supero omisiones que admito. Y no intento reparar sino recuperar el tiempo perdido.

Pareciera que un prólogo demandara fundamentalmente una visión del contenido de una obra. Tus palabras me han reflotado recuerdo e incitado la dirección de la mirada hacia ópticas diferentes. Entonces, pues, yo admito y doy fe del acierto de tu labor.

Tu hermano Eduardo

EDUARDO JOSE BORAWSKI CHANES

PADRE
DE OSCAR ROMERO

Cuantas Veces quise escribirte

Y siempre me faltó un renglón,

O tal vez solo la palabra

Que nunca escuche de vos.

Y es que sos de esos tipos duros

De allá... del cuarenta y dos

De esos que nunca aprendieron

A mostrarnos el interior
Triste, orgulloso y arisco,

Humilde y trabajador,

Hijo del tango y el barro,

Del tranvía y el corralón.

Dueño de muchos defectos

Pero bueno como no hay dos,

Viejo vos sos lo que un día quiero llegar a ser yo.
Porque fuiste el que nunca entendía;

Y hoy sos quién tenía razón.

Porque fuiste el que nunca sabía;

Y hoy sos mi mejor profesor.
Y me asusta pensar que mañana

Tal vez me quede sin vos.

No sé cuanto tiempo nos quede,

Pero quiero que sea el mejor.

Me parece tan poco escribirte,

Y a veces te quiero abrazar.

Pero ves... me domina la herencia

Y la vergüenza me obliga a callar.
Recién hoy comprendo el motivo

De que mamá hable tan bien de vos.

Con todo lo que diste

Como para no sentir ese amor.

Si hasta la sangre que corre en mis venas

Es obra de tu creación.

Viejo vos sos ese amigo que un día pretendo ser yo.
Y perdón sí tal vez estas letras

Te lleguen a emocionar,

Es que este sencillo homenaje

Es mi única forma quizás,

De entregarte mi amor y respeto

Y animarme a decir sin hablar,

Esa frase que tanto me cuesta:

  • yo te quiero...

Te quiero, PAPA
MI PADRE

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