Primera Unidad. Contexto histórico del nacimiento y primer desarrollo de nuestra Congregación






descargar 0.65 Mb.
títuloPrimera Unidad. Contexto histórico del nacimiento y primer desarrollo de nuestra Congregación
página17/23
fecha de publicación03.08.2015
tamaño0.65 Mb.
tipoDocumentos
m.exam-10.com > Historia > Documentos
1   ...   13   14   15   16   17   18   19   20   ...   23

35. El P. José María nació de Abraham Coudrin. Su padre era muy piadoso, hace muchos años este padre virtuoso dice todos los días los siete salmos de la penitencia para pedir a Dios la gracia de que sus hijos no cometan un pecado mortal durante la jornada. Pasaría cuatro o cinco horas ante el Santísimo Sacramento. Desde su infancia el joven Pedro Coudrin tuvo una gran inclinación a la predicación. Trabajaba, estudiaba todo el día, y en la tarde explicaba a su familia las cosas santas de manera que su hermana decía a la señorita Lussa: «desde ese tiempo valía por un predicador».

36. Se educó donde el Señor Rion, su tío, hermano de su madre. Este vicario respetable había sido nombrado para un vicariato en que nadie podía permanecer antes que él, porque el cura, poco ordenado en su conducta, no era soportable. El Señor Rion permaneció sin embargo, y cuando se le ofreció una parroquia, la rechazó, por consejo del Señor d’Aviaud entonces Vicario General de Poitiers, y al presente Arzobispo de Vienne. Murió durante la Revolución en los barcos, en la privación de todo, comido por los gusanos.

37. Tal fue el guía de los primeros años del joven Coudrin. Tuvo por confesor al cura de Saint-Pierre-de-Maillé14. Vio también a diario al vicario de este santo pastor. Este vicario era un joven muy liviano. Se lo invió donde el Señor Fournet para equilibrar su ligereza con la severidad de este último. El Señor Fournet lo dejó por un tiempo darse a la música, pero poco a poco le hizo hacer el sacrificio de todos sus instrumentos de música. Pronto llegó a dormir en una tarima, a hacer más mortificaciones que el mismo Señor Fournet. Un día, durante los mayores fríos, lo llamaron para que llevara el santo Viático a una mujer enferma. Va, llevando el Santísimo en la mano, y el frío era tan grande, que su mano se heló, y hubo que deshelarla poco a poco en una estufilla a las brasas. Encontró a la enferma mucho mejor y en pie. Quiso con todo confesarla. En seguida, le dijo que se echara a la cama y recibiera la extrema unción y el santo Viático. Ella se oponía haciéndole ver que se sentía bien, y que había comido algo. Insistió, diciéndole que no sabía lo que podía suceder. En efecto, apenas la administró, y mientras plegaba los ornamentos sagrados, expiró. [1792 - 24 años: 24/1768]

38. Cuando estuvo a punto de expirar, estaba extremadamente enflaquecido, e hizo venir a los borrachos de la parroquia y otros de esa especie y les dijo: «veamos, hermanos, lo que es la muerte de un pecador».

39. Tales fueron aquellos entre quienes el P. José María fue educado. Fue en seguida a Poitiers donde estuvo en diversas pensiones, y lo que es para él un elogio, era de la sociedad del Focum.

40. Fue en 1792 cuando el P. José María fue ordenado sacerdote. Fue para eso a París. En el camino encontró toda clase de recursos: caballos para su viaje, personas pudientes para financiarlo, y no le costó nada. Fue ordenado por el ilustre obispo de Clermont en el Seminario de los Irlandeses, en la biblioteca. Se los había encerrado allí mientras se hacía la inspección abajo, de manera que tenían que hablar a media voz. La impresión que la consagración de sus manos hizo sobre él fue sorprendente. El día en que fue ordenado sacerdote había sido el más feliz de su vida hasta el día de Navidad de 1800, que ha sido, como lo he recogido de sus labios, un día todavía más bello que aquel.

41. Una vez que fue ordenado, volvió donde su padre. El cura del lugar se puso contento de ver un joven sacerdote ordenado por un obispo católico, que le hizo decir la Misa públicamente. Al salir de la Misa, la municipalidad, furiosa, vino a preguntarle quién lo había consagrado. Él respondió que si se tenía confianza en el Señor Cura, se debía creer que era sacerdote; que, por otro lado, él no estaba obligado a decir su secreto. Entonces, aquellos patriotas fogosos, vinieron armados de palos, de picas, para buscarlo donde su padre y romperlo todo si no se los entregaba. El padre, Abraham, tenía otros hijos, que no podía sacrificar por uno solo. Su hijo se vio obligado a salir de la casa paterna e ir al granero de que he hablado, sin poder salir de él, ni para comer, ni para satisfacer las necesidades naturales.

42. Vuelto a la ciudad, después de haber sido salvado por el gendarme de que he hablado, se quedó en Los Incurables15. Salió después para trabajar en los campos, como lo hemos dicho.

43. Como era en lo mejor de la persecución, no iba sino de noche y disfrazado. Vivía a dos o tres leguas de Poitiers, en el lugar de Mont-Moreau16. No iba sino a las ocho de la tarde a Montbernage. La primera vez que fue, dijo la Misa a media noche en presencia de un gran número de campesinos. Cuando llegó a la elevación, escuchó a toda la gente exclamar simultáneamente:¡Dios mio, qué tiempo hacía que no te veíamos! Venía a las ocho, confesaba, decía la Misa, y se iba a la una de la mañana, cualquiera que fuera el tiempo, porque tenía que llegar a las tres, sobre todo porque se veía forzado a pasar por una granja cuyos arrendatarios venían pasadas las tres a cuidar sus animales, y los arrendatarios eran patriotas. El marido de la Guste lo acompañaba.

44. Una de esas noches, el padre José María, yendo acompañado, y volviendo por ...se perdieron en el bosque porque estaba muy oscuro. Notemos que el P. José María llevaba siempre consigo el Santísimo Sacramento. No sabiendo qué camino tomar, una vez que estaban muy perplejos, vieron aparecer una luz bastante considerable. Aquel hombre le dijo: «¿ve Ud. Señor esa luz?» «Sí, sí, decía él, sí, amigo mío». La luz caminaba delante de ellos: la siguieron, y no desapareció hasta que llegaron a la puerta de su casa. El P. José María recomendó a ese hombre que no hablara del asunto, diciéndole: «Amigo mío, es Ud. sencillo y crédulo. No hable de esto. Podría ser un fósforo».

45. Fue de vuelta del campo cuando llegó donde la Señorita Chevalier. Pero no se quedaba allí sino los Domingos. El resto del tiempo, lo pasaba con frecuencia en diferentes casas, como donde la señorita Goffreau, donde la señorita de Paligny, etc. Fue poco tiempo después que la señorita Bert y Chevalier, que habían vivido donde la señora Babinet, vinieron a vivir a Olérons con Sor Teresa, que viviendo con sus hermanas en la casa contigua, pasaba por la puerta del jardín y se quedaba la mayor parte del tiempo con las otras. Sor Teresa17 se había entregado un poco a la frivolidad, y un día que iba a un concierto, el Señor Fauvette le dijo: «Haría mucho mejor, señorita, en hacer un poco de penitencia». La confesó, y luego después la puso en manos del P. José María diciéndole: «Querido amigo, aquí tiene un corazón que he puesto en buenas disposiciones, perfecciónelo».

46. Allí fue donde comenzó a fundar la sociedad exterior del Sagrado Corazón. Casi todas las noches, sobre todo las grandes fiestas, había mucha gente. Se reunió gran número de sacerdotes que formaron la Grande Sociedad. Se encontraron un día en número de seis: el señor Bruneval, los señores Aglaë, Fauvette, Henri, Louis, y el P. José María. Otros se les unieron más tarde, como Perpetue, los señores de la Fère, Ricner, sacerdote extranjero, Pascal18, Pruel, Michel. Los que se encontraron el primer día, tuvieron una deliberación sobre el bien de esta sociedad naciente. [1793 a 1794]

47. Lleno de un ardiente celo, el P. José María dio allí un retiro al que asistió mucha gente. Recibió también allí la retractación de una señora protestante, lo que atrajo a muchos fieles en la noche de Navidad. Había ido a decir las dos primeras Misas en dos casas diferentes, y una de ellas en la calle sin salida de Saint-Didier, donde la señora de la Ronde, y la primera donde el señor de la Barre. Pasando hacia los Jacobinos, acompañado por Charles hijo, el contratista, oyeron pasos de muchas personas que venían de la dirección a donde se encaminaban, y otros que avanzaban por el lado opuesto. «¡Ah mi querido Charles19, dijo el Padre, que pensó que eran patrullas, estamos perdidos». «Señor, le dijo este hombre lleno de fe, cualquiera dirección que tomemos, corremos el mismo riesgo, vemos bajo la protección de Dios». Sucedió que se trataba de personas que iban a Misa. Volvió a decir la tercera Misa a los Olérons, donde recibió esa retractación.

48. Más de una vez fue a visitar enfermos en pleno día, mientras aquellas señoras permanecían en oración esperándolo, sobrecogidas de espanto. En aquellas ocasiones era cuando se echaba a la suerte el que lo acompañaba. [En los Olérons 1793]

49. Fue después de los Olérons cuando fueron a la calle Moulin-á-Vent [hacia 1795], de donde salieron para trasladarse a Saint-Pierre, desde Nuestra Señora de Marzo hasta San Miguel del mismo año en que se establecieron en la Grand’Maison. [1797 hacia el fin]

50. Cuando pasaba un día entero en Olérons, la oración que por lo demás era su ocupación favorita, le tomaba la mayor parte de su día. No tenía tiempo de descanso fuera de las comidas. Y todavía, sus conversaciones durante ese breve espacio de tiempo eran, una especie de sermones. El resto se repartía entre la oración, la confesión, la visita de los enfermos. Sus predicaciones eran llenas de fuego. Hacía sermones sobre la oración, sobre la pasión que eran objeto de admiración. Hizo en particular dos, uno sobre el fin de una religiosa perfecta, otro sobre el fin de una religiosa imperfecta, que conmovían los corazones.

51. [en 1800] La señorita Rochette20 se encontraba extenuada por una sordera tal que no se lograba hacerla escuchar sino con gran dificultad, y se pensaba que no recuperaría el oído. Hizo una novena a los santos Angeles, principalmente a S. Miguel el día de su fiesta. El noveno día, el P. José María, al partir para visitar a los enfermos, ella le pidió que la confesara. Se puso en la disposición de soportar el sacrificio de todas las medicinas que tuviera que tomar, por penosas que fueran, y de su misma sordera, si Dios así lo quería. Entre otras cosas, ella le dijo que si él quería la curaría. El rechazó totalmente esta observación. Cuando hubo terminado, ella le pidió que le dijera un evangelio. Se lo dijo, y no tuvo tiempo sino para bajar a la sala: sintió la cabeza confusa, como alguien que se va a desvanecer, y de pronto oyó claramente, tanto, que a veces sentía que le hablaban demasiado alto, lo que duró seis meses, hasta la muerte de Sor Teresa, que le impresionó tanto, que le ocasionó una segunda sordera de que fue de nuevo curada.

52. En cuanto a su carácter, está muy avanzado en la práctica de la mortificación interior. Las personas que lo han conocido particularmente, hacen notar que abraza con gozo interior las cosas que más le apenan. Las ocupaciones que más lo cansaban, que lo contrariaban más, eran siempre las privilegiadas, y cuando las dejaba, sentía esa calma interior, anunciaba exteriormente aquella paz mansa y tranquila que caracterizan la virtud. Lleva consigo la paz de Dios, decía Sor Teresa.

53. Qué decir de su paciencia para soportar los más humillantes reproches, las más afrentosas injurias. Yo mismo lo he acompañado a una casa de donde se lo había llamado para asuntos urgentes. Se le hizo una exposición menuda de todos los vicios, de todos los crímenes abominables que se le imputaba, y la persona que lo hacía obraba por un motivo de caridad. «Qué quiere Ud., le dijo el P. José María, que diga un sacerdote a semejantes imputaciones? No puede sino callarse». Me dijo a la vuelta: «Hubiera aceptado la colación que me han ofrecido, era un día de ayuno, pero he querido estar presente a la Salve, para hacer un sacrificio a la Santísima Virgen de todo lo que me han dicho». [Fines de 1800, o comienzos de 1801]

54. Es tan estimado por todas las personas que lo conocen, que su padre, su madre y toda su familia se dirigen a él para el sacramento de la penitencia, y vienen desde veinte leguas personas a confesarse con él. Ha recibido la retractación de muchos eclesiásticos, que habían, lamentablemente caído en el error, y sacerdotes respetables citaban incluso como un modelo la conducta que seguía frente a esos ministros infieles de la Iglesia.

55. ¿Qué decir de su profunda humanidad? Se lo reprendió tanto sobre su manera de predicar llena de efusión que se la ha hecho perder en parte. Se ha convencido de que tenían razón, y como S. Bernardo, había casi resuelto dejar enteramente sus predicaciones. Felizmente, como él, las ha renovado para bien de los fieles, y sobre todo de sus hijos que lo escuchan.

56. Ese amor de Dios, esa paciencia, esa mansedumbre angélica, las tiene de sus antepasados. Se puede citar un rasgo bien admirable de la virtud de su abuelo, que tenía también una gran piedad. Gente mala le había suscitado un proceso injusto, y lo ganó. Llegaron a tal extremo de atrocidad, que lo hicieron detener. A la vuelta, un gran número de hombres lo tiraron con tal fuerza de los cuatro miembros, que se los descuartizaron y desgarraron tanto, que no se restableció nunca, y quedó por veinte años inválido, caminando con muletas. Sabía perfectamente quienes eran los autores de ese trato horrible. Sin embargo, se los perdonó enteramente, y no conservó ni las apariencias de un rencor, respondiendo a los que lo incitaban a formalizar quejas en justicia: «Amigos míos, en el juicio de Dios reirá mejor quien ría el último».

57. Heredero de sus virtudes, el joven Coudrin tradujo en toda su conducta los ejemplos que había recibido de sus padres. Desde su juventud, tenía gusto por la música. Se había conseguido un violín y otro instrumento de música, pero cuando quiso entrar al Seminario, comprendió que tenía que dejar enteramente todos esos diversiones inútiles, y lo sacrificó todo. Se puede juzgar el tamaño del sacrificio que hacía entonces, porque hasta ahora, cuando siente tocar un instrumento, experimenta las más vivas impresiones y su corazón sangra involuntariamente, como me lo decía él mismo, por el sacrificio que hizo en otro tiempo.

58. Durante la Revolución, toda su fama tuvo mucho que sufrir, a causa de su adhesión ala verdadera religión, a la Iglesia Católica. En cuanto a él, no hay necesidad de decir lo que tuvo que soportar. Pero tenía un gran placer.

59. «Cuando fuí echado de casa de mi padre, nos decía una vez, me sentí extraordinariamente contento de verme en ese estado de absoluto despojo. Me sentía lleno de gozo de tener que sufrir por el nombre de Jesús».

60. «En mi granero, estaba yo instalado en tal manera, que no podía ponerme de pie. Bajaba a veces por una especie de trampa, al despacho de Maumain21 (era el nombre de la persona en cuya casa estaba escondido) donde yo disponía, a lo más, de tres pies de ancho para pasearme. La falta de ejercicio me había fatigado en extremo. Lo que comía, estaba casi siempre frío, por la dificultad de llevármelo a mi escondite, lo que molestaba más todavía la respiración. Me había puesto seco, flaco, al punto que la piel estaba pegada a los huesos, y mi cuerpo desprendía tal olor, que me envenenaba a mí mismo. A pesar de todo, durante los cinco meses que permanecí allí, no me aburrí un solo instante. Todos los días la Misa a media noche, y aunque tenía gran cuidado de purificar el corporal, creía siempre haber dejado algunas partículas de las Santas Especies, y tener así al buen Dios conmigo. Una vez que decía mi Misa, subía a mi granero, donde pasaba todo mi día leyendo la historia eclesiástica y haciendo oración. Sólo cuando Momain volvía, pasaba yo algún tiempo con él. Me decía a menudo que todo iba a volver, que el Señor de Bouillé debía reducirlo todo a cenizas. Porque Momain era extraordinariamente aristócrata. Pero yo le decía que se desengañara; que todo no terminaría tan pronto22. Mi querido amigo, le agregaba, no tiene que engañarse. Lo único que se puede hacer en este momento, es entregarse a Dios. Tiene Ud. que confesarse. Confesé primero a la pobre Renne23 y después a él. Era las primeras personas que confesaba después de mi ordenación, salvo una sola que confesé en Poitiers, cuando vine para la aprobación de los superiores».
1   ...   13   14   15   16   17   18   19   20   ...   23

similar:

Primera Unidad. Contexto histórico del nacimiento y primer desarrollo de nuestra Congregación iconArte gótico: contexto histórico

Primera Unidad. Contexto histórico del nacimiento y primer desarrollo de nuestra Congregación iconUnidad I el contexto externo 1teorías del comercio internacional

Primera Unidad. Contexto histórico del nacimiento y primer desarrollo de nuestra Congregación icon1. Concepto y contexto histórico. Las cortes europeas, un arte al...

Primera Unidad. Contexto histórico del nacimiento y primer desarrollo de nuestra Congregación iconUnidad 3 hemorragias de la primera mitad del embarazo

Primera Unidad. Contexto histórico del nacimiento y primer desarrollo de nuestra Congregación iconEl derecho a la salud de los niños y las niñas en el contexto de...

Primera Unidad. Contexto histórico del nacimiento y primer desarrollo de nuestra Congregación iconInvestigación de primer nivel del estado de desarrollo de los niños

Primera Unidad. Contexto histórico del nacimiento y primer desarrollo de nuestra Congregación iconEl Romanticismo puede entenderse como la "primera Vanguardia en la...

Primera Unidad. Contexto histórico del nacimiento y primer desarrollo de nuestra Congregación iconNavidad. Tiempo de nacimiento. Pensamos en María yendo a ayudar a...

Primera Unidad. Contexto histórico del nacimiento y primer desarrollo de nuestra Congregación iconAntecedentes que nos permitieron desarrollo y que nos dejan estancados...

Primera Unidad. Contexto histórico del nacimiento y primer desarrollo de nuestra Congregación iconPoliclínica Gipuzkoa abre una Unidad del Pie especializada en el...






© 2015
contactos
m.exam-10.com