9. El teatro de 1939 a finales del siglo XX. Tendencias, autores y obras principales
Marco histórico
La crisis social y económica que sufrió España en las décadas de 1940 y 1950 impuso serias restricciones al teatro de la época: por un lado, las infraestructuras estaban desmanteladas; por otro la censura vigilaba cualquier manifestación que pusiera en entredicho el “nuevo orden” establecido. De ahí que la mayoría de las obras repitieran argumentos bastante manidos o se decantaran por un humorismo facilón y folklórico. Sin embargo, una serie de dramaturgos se empeñaron en devolver al teatro una función más comprometida con la realidad. Para estos autores el teatro (el arte en general) tenía la obligación de mostrar los conflictos y contradicciones que afectaban a la sociedad del momento y al individuo concreto que asiste a la representación, para generar procesos de reflexión y cambio en el público y en su mundo. El tema de lo que la Guerra Civil supuso para España y sus habitantes formó parte de esta reflexión y estuvo presente también en la novela y en la poesía.
Los años 40: Teatro continuista y teatro de humor (libro SM páginas 362-365)
Al terminar la Guerra Civil, el teatro español había perdido a sus mejores dramaturgos (García Lorca, Valle-Inclán), y otros muchos se vieron obligados a emprender el exilio. Si la posguerra fue muy perjudicial para la poesía y la novela, resultó aún más funesta para el teatro, ya que este género debe luchar contra una doble censura, la del propio texto y la de la representación, pues los empresarios se negaban a representar obras de crítica social por miedo a que les cerraran el teatro.
Así las cosas, en los años 40, no pudo llegar la influencia de la renovación teatral europea. Aislado, el teatro de la época tomó una doble dirección:
- Un teatro continuista, burgués, de comedias blandas, con temas como enredos amorosos, triángulos, infidelidades, el honor y la honra. Eran comedias de evasión para un público burgués y acomodado. Autores representativos son José María Pemán, Joaquín Calvo Sotelo, Luca de Tena.
- Un teatro cómico, que buscaba la risa complaciente del público, no comprometido, que criticaba levemente las costumbres de la burguesía sin atacarlas violentamente. No obstante, hubo dos escritores en esta corriente dignos de mención: Enrique Jardiel Poncela con su obra Eloísa está debajo de un almendro y Miguel Mihura, autor de Tres sombreros de copa. Estos autores renovaron el teatro cómico de la época introduciendo grandes dosis de absurdo. Con ello consiguieron además criticar la moral burguesa tras una sonrisa velada.
Los años 50: el teatro existencial y social (libro SM páginas 386 y 387)
Como ocurrió en la poesía y la novela, también el teatro de los 50 reflejó las inquietudes de la época. Partiendo de un enfoque realista, trataron de llevar a escena problemas de mayor hondura y empezaron a escribir teatro existencial y, algo más tarde, teatro social. Muy a menudo, para salvar el rigor de la censura, estos dramaturgos recurrieron a un tratamiento de los temas indirecto y simbólico. Gracias a ello lograron criticar la sociedad de su época con un lenguaje fácil de entender, que imitaba el habla coloquial de la calle. Estos autores transmitieron mediante sus personajes la falta de libertad, la hipocresía, la desigualdad, la injusticia social, la falsa moral de la clase dominante, e incluso, denunciaron la explotación de la clase obrera.
Varios autores han quedado como los más destacados: Antonio Buero Vallejo con Historia de una escalera y El tragaluz; y Alfonso Sastre con Escuadra hacia la muerte y La mordaza.
De 1960 a 1975: el teatro experimental (libro SM páginas 406-409)
Poco a poco, la tímida apertura de la censura franquista permitió la entrada de corrientes que en Europa se venían dando desde los años 30 (como el teatro de Bertolt Brecht, el “teatro del absurdo” de Ionesco o Beckett, el “teatro de la crueldad” de Artaud o el “teatro pobre” de Grotowski.) Estas influencias vanguardistas produjeron una amplia renovación dramática que afecta a numerosos planos del espectáculo teatral: el propio texto, la escenografía, las técnicas audiovisuales empleadas, etc. Las novedades las podemos sintetizar en los siguientes puntos:
El personaje dramático no es un protagonista identificado, sino un hombre sin rasgos, anónimo, que puede ser cualquiera de nosotros. Frecuentemente los actores utilizan caretas.
La intriga suele estar dispersa o fracturada: se rompe la estructura lineal de la historia.
Los escenarios se vacían; desaparecen todos los objetos superfluos. Si hay algún objeto este es de carácter simbólico. Por lo demás, el escenario está vacío y sin luz.
Aparecen algunos subgéneros dramáticos como el teatro de la crueldad, el teatro del absurdo y el metateatro (teatro sobre teatro).
Entre los dramaturgos más destacados tenemos a Francisco Nieva y Fernando Arrabal, con su obra El cementerio de coches.
(Tres peligros se ciernen sobre este tipo de teatro: primero, que es muy abstracto y está lleno de símbolos difícil de interpretar. Segundo, que la anulación de los personajes y la reducción del lenguaje utilizado crean lagunas de entendimiento. Tercero, que en muchas ocasiones no hay tensión ni conflicto dramático, lo cual conduce a la monotonía.)
En esta etapa de renovación se crearon también algunos grupos de teatro independiente que han llegado hasta nuestros días (y que han actuado en grandes acontecimientos como la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona). Estos grupos entienden el teatro como un gran espectáculo que no se limita al patio de butacas y al escenario, sino que se extiende a la calle y a los grandes espectáculos, y en los que el público interactúa en la obra. Entre estos grupos destacan Els Joglars, Els Comediants y La Fura dels Baus, que aún hoy, décadas después, siguen siendo referentes del teatro español.
El teatro contemporáneo (de 1975 al 2000): principales tendencias (libro SM páginas 406 y 407)
Tras el experimentalismo de los años 60 y 70, todos los géneros literarios vuelven la vista a la tradición. Esto sucede también en el teatro. Los nuevos autores dramáticos se inclinan hacia la comedia realista, bien concluida y que desarrolla temas de actualidad: la droga, la delincuencia, los conflictos amorosos contemporáneos, la corrupción política, casi siempre con un matiz irónico y humorístico. Se abandona toda experimentación y se busca contar historias actuales, bien planeadas, con tensión dramática y con personajes bien diseñados, que resulten reconocibles para el espectador. Se trata de llevar al escenario el mundo en el que vivimos.
Quizás el autor más destacado sea José Luis Alonso de Santos con obras realistas como La estanquera de Vallecas o Bajarse al moro. José Sanchís Sinisterra también destaca por sus dramas históricos y metateatrales, como ¡Ay, Carmela!, que aborda el tema del teatro en la Guerra Civil. Por último, el actor Fernando Fernán Gómez también volvió la vista atrás hacia la Guerra Civil, reflejando la honda marca del conflicto en una familia humilde, con su obra Las bicicletas son para el verano. |